Otra vez las gotas de lluvia quedan colgadas de mi ventana. El cielo gris y las plantas bebiendo. Anuncian que va a seguir así todo el día y mañana también. Ideal para instalarse un rato cerca de la estufa y leer, mirando de vez en cuando hacia afuera y, quizás, soñar un poco.
Capítulo LIV
Ni bien llega Carolina habla con
Juancito y le pide a Aurora que sea “guía de turismo” para Marta y Ricardo,
explicándole el viaje que deben hacer. Juan también debe ir para peinar a
Miguel. Él lamenta que se pierdan toda la diversión que planearía en dos
segundos para que visitaran todos los lugares que podían ver en ajetreantes
veinticuatro horas y lo pasarían muy bien. Ellos aceptan, aunque también sintiendo
la ausencia de sus amigos.
_ ¿No podremos hablar, entonces? _
pregunta en privado Ricardo.
_ Para serte sincera, no sé si
alguna vez podremos hacerlo, Ricardo. Fue muy fuerte lo que pasó.
Él está por interrumpirla.
_ Sí, ya sé que aclaramos algunas
cosas ni bien llegaste aquí.
_ Pero aún no me creés _
interrumpe él.
_ No sé si es eso . . . o que no
quiero darte falsas esperanzas.
Por esta respuesta cortante,
Ricardo nota que no da para más.
El día siguiente lo pasan de forma
muy diferente: Aurora, Marta y Ricardo, en el auto de la primera, se extasían
con las bellezas de México. Van de un lugar hermoso a otro más bello y
fotografían cuanto sus ojos pueden abarcar. Marta y Ricardo aprovechan también
para comprar souvenires para amigos y parientes donde Aurora les recomienda.
Carolina, en cambio, está bajo los
no deseados pero embelezantes focos del espectáculo: otra vez Miguel apuntando
la atención de los reporteros sobre ella y Jorge Díaz como hacedores de una
nueva inspiración para sus canciones. Ella sigue con esa sensación extraña: por
un lado, su humildad rechaza los halagos, pero, por otro, esa atención
extraordinaria y el trabajo reconocido, además del glamour, tan lejano al que
hubiera imaginado cuando iba con su portafolios de una escuela a otra, son un
imán.
No sabe cómo Miguel
se mantiene fuerte teniendo un problema tan grande y sabe evadir las
preguntas sobre las cuestiones de su hermana con un : “Está todo en manos de
los abogados.”
Al regresar, una catarata de
anécdotas turísticas caen sobre ella
cuando Marta (Ricardo ha considerado
prudente retirarse) le cuenta todos los lugares donde han estado con Aurora.
Por otro lado, Marta lamenta
haberse perdido la presentación del C D y ver a su amiga “como una estrella”.
Una vez que han intercambiado el
“parte” diario, Carolina toma una ducha y se va a dormir, exhausta. No se han
reunido los cuatro, ya que Juan también está muy cansado, más que por el
trabajo que ha tenido que hacer, por la tensión del momento.
Al día siguiente se levantan tarde
y desayunan juntos. Entonces sí, planean los cuatro una tarde de paseo, porque
Miguel está en Acapulco. Carolina no está segura de cómo será pasar varias
horas con alguien que despertó sentimientos tan contradictorios en ella.
Mientras preparan las cosas, por
un momento quedan solos cerca de la alberca. La situación es incómoda, pero
Ricardo le hace frente:
_ Carolina: sé sincera. Te conté
lo que pude en los mails. El día que llegué te expliqué todo con lujo de
detalles. Necesito saberlo, no puedo esperar más: ¿me creés?
Carolina piensa un momento y pone
en un lado de la balanza las características de Sandra y del otro todos los
momentos pasados con él; es decir, lo que había mascullado de adelante para
atrás y de atrás para adelante en cámara rápida y dice:
_ Te creo.
Él suspira, pero ella le aclara:
_ Lo lamento, pero aún así no
puedo hacer como si nada hubiera pasado.
Sin embargo, acepté que te quedaras y me parece que será bueno comportarnos
como personas civilizadas. Pero eso no quiere decir que pueda aceptarte
nuevamente como compañero sentimental.
_ ¿Compañero sentimental? ¡Qué
forma rara de expresarlo! ¡Nunca se me hubiera ocurrido! Yo creo que teníamos
más que eso: empezábamos un proyecto de vida juntos.
_No me pidas que piense en eso
ahora, Ricardo, es muy pronto . . .
_ ¿Quiere decir que me volveré a
la Argentina sin una respuesta?
_ Te digo que no lo sé_ Carolina
baja la voz como fruto de su impotencia.
Ricardo indaga en sus pupilas y
suelta a quemarropa una pregunta que ya
se había hecho en su país:
_ Te vuelvo a pedir sinceridad _
la mirada no baja _ ¿Hay alguien más?
_ Nnno_ Carolina hubiera querido
evitar ese titubeo, pero es imposible una respuesta rotunda.
Ricardo está por emitir sonido,
pero justo se están acercando Aurora y Juan, así que no le dan tiempo. Juan,
como siempre, fanático de los shoppings y casas de antigüedades; Aurora, de las
plazas, iglesias y museos, los llevan en un frenético recorrido por las calles increíblemente
atestadas de tráfico de México y obtienen un amplio espectro como por el
orificio de un caleidoscopio. Carolina, que gracias a Juan lleva varios paseos,
ya se está haciendo una conocedora, pero nunca parece terminarse. Hasta van a
un parque de diversiones.
Regresan felices pero cansados,
así que deciden que lo mejor para terminar el día será un chapuzón en la
piscina, donde hay otros vecinos. Ninguno desea cenar, por todas las botanas
que han comido durante el paseo, así que se sientan a la luz de las estrellas,
donde cada uno cuenta lo que más le ha gustado de ese día.
Carolina decide telefonear a
Walter para saber si tiene noticias de Miguel, pero la respuesta es negativa,
así que se queda un poco preocupada. Se va a dormir un poco antes que los demás
porque está muy cansada. Su sueño es sobresaltado y una imagen la sorprende por
sobre todas las otras: el rostro de Miguel se va acercando suavemente hacia
ella, la toma con ternura de la nuca y sus labios se funden en un beso dulce y
largo; pero cuando se aparta y abre los ojos, durándole aún la sensación de
embelesamiento, la cara que ve no es la de Miguel, sino la de Ricardo, que le
acaricia las mejillas mientras continúa sosteniéndole el rostro.
Se despierta con palpitaciones.
Son las tres de la madrugada. Se desvela media hora pero, afortunadamente,
retoma el sueño.
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