viernes, 27 de febrero de 2015

¡Hola, amigos! No crean que los tenía olvidados.Aquí va el tercer capítulo de "Carolina y las letras enamoradas". ¿Ya se engancharon con el argumento? Espero que sí. Y si no, les pido que tengan paciencia (y no se duerman ¡ja, ja) porque de a poquito se va poniendo se va poniendo más interesante.

Capítulo III
                                                                                                         
Días después, a muchos kilómetros de distancia, en la ciudad de México, el calor de  media mañana empieza a sentirse. Altísimo  edificio. Décimo piso. Un hombre joven, alto y corpulento está en su oficina y camina alrededor de su escritorio con expresión de enojo. Se pasa la mano entre su corto cabello y fija los ojos color miel en el teléfono.
Finalmente, aprieta un botón y pregunta.
_¿Nélida?
_¿Sí? _  le contestan.
_¿Néstor no llegó todavía?
_No, Miguel.
_¿No llamó, tampoco?
_No, aún no. Si así fuera, te hubiera avisado.
_Tienes razón. Gracias.
Inmediatamente, dos golpecitos en la puerta, y Nélida pasa. Observa la cara de furia de Miguel, que ya se ha sentado a su escritorio.
_No te preocupes, Miguel. Algún inconveniente habrá tenido. Tú sabes cómo es.
-Sí. ¡Ya sé cómo es! Y eso es lo que me preocupa y está por hacerme explotar.
-Es que las personas creativas suelen ser muy inestables.
_¿Inestable? Llegar siempre tarde y con dolor de cabeza por la borrachera de la noche anterior es ser . . . ¿inestable? Así le dices tú porque siempre estás justificándolo. Y lo de creativo . . . Precisamente por eso es urgente que hable con él hoy. No hemos podido comenzar a trabajar en los nuevos temas porque él no ha presentado ni una idea que valga la pena.
_Ténle un poco de paciencia, Miguel.
_¿Paciencia? Es que ya no me queda. Lo peor es que él lo sabe, y quizás a estas alturas todo el mundo se ha dado cuenta de que le tengo tantas consideraciones porque es el marido de mi hermana.
Nélida pone cara de disgusto y él agrega, con tono irónico:
_Mal que te pese. O, mejor dicho, mal que nos pese a los dos.
_Pero si yo no dije . . .
_No. Ni hace falta. Pero eso es otro asunto y yo estoy bastante enfurecido con su retraso y con los plazos de la disquera, como para ocuparme de sus otros "defectos".
_Mejor me voy.
_Sí, mejor, que al menos hoy no es contigo la cosa y no quiero desquitarme con otros lo que le debo a él.
Nélida, con gesto de enfado, vuelve a la recepción, que es su lugar de trabajo y cuando está a punto de sentarse, un hombre alto, entrecano, y cuarentón, la saluda fugazmente y se dispone a entrar a la oficina de Miguel.
_¡Cuidado! _le advierte ella _que puede aventarte cosas a la cara.
_¿Qué? . . . Pues . . . ¿Por qué?
_Es que Néstor no se ha presentado todavía.
_¿Otra vez? No te preocupes. Trataré de calmarlo. Mientras tanto, ¿por qué no telefoneas a Néstor a su casa?
_Iba a hacerlo, pero . . . bueno . . . es que su esposa me tiene cierto recelo.
_Es natural. Por la forma de ser de él, ella debe de odiar a todas las mujeres, siquiera por las dudas. Vamos: soporta todo lo que ella te diga y arráncalo de la cama, donde seguramente debe de estar.
_Pero, Walter . . .


_Es eso, o seguimos soportándolo así _dice el hombre, terminante, a la vez que señala la puerta de la oficina de Miguel.
Al tiempo que golpea la puerta dos veces y se oye un "¿Sí?, desde dentro, Nélida toma el teléfono y Walter entra.
















domingo, 15 de febrero de 2015

¿Lindo domingo, verdad? Algunos reponiéndose del festejo de San Valentín de ayer, otros lo habrán celebrado hoy ... Aún aquellos que no tienen pareja ahora, puede ser que, si Dios se la llevó, hayan paseado con su  corazón por bellos recuerdos. Están los que llevan aaaaaños con el mismo amor  (mis papás llevan 60 de casados) y , a pesar de las idas y venidas de la vida, se elijirían otra vez. Y, por supuesto (y no lo digo a manera de consuelo, sino porque lo creo firmemente y sobran los ejemplos), los que no transitan una relación de pareja, pero sirven en un comedor infantil, están siempre para sus amigos, cuidan a sus padres, o a sus hijos, o a sus sobrinos ... o ponen pasión en todo lo que hacen. Sólo el amor da esa fuerza arrolladora.
A todos ellos, una poesía que escribí hace mucho tiempo y está publicada en mi libro "Entretejidos". Nuevo agradecimiento a los que me siguen.

   Sobre el amor . . .

Se han hecho tratados miles,
y escrito ¡tantas poesías!,
aforismos, dichos, lemas
y compuesto melodías.
Lo ha estudiado la ciencia
y hasta la filosofía.

A veces roban su nombre
 para la pornografía
o quieren vender recetas
para conservar su guía.
Miden, cuentan, ponen precio,
 cual si fuera mercancía.

Unos dicen que por él
cometieron tonterías
e hicieron locas promesas
que, estando cuerdos, no harían.
Dos por tres le endilgan culpas
de sus propias fechorías
y se ha visto . . .¡cada cosa!
por su dulce brujería.

Ora quieren escaparle,
 o lo buscan a porfía.
Ya lo erigen como dios,
o llaman “cursilería”.

Mas . . . ¿qué sabemos de él?
¿Quién definirlo podría?
¿Un genio del pensamiento?
¿Un as de la biología?
¿La computación, las lenguas,?
¿Qué sabio se atrevería?

El origen y las causas,
 sus vuelos y sus caídas . . .
¿Hay razón que dé razones
 a su mágica alegría,
a su suave, ignota, rara
 y aceptada tiranía?

Pues si acaso alguna mente
 con su gran sabiduría
a dilucidar llegara
sus más secretas manías
presas bajo un microscopio,
 por favor: ¡No me lo diga!
No lo divulguen los libros,
 que saberlo no querría.
 ¿Para qué quiero argumentos
  que surjan de ciencias frías?
¿Para qué sesudas tesis
 que muy poco entendería?

Cuando navego en tus ojos
 y me miro en tus pupilas,
cuando pienso en ti y recuerdo
 todo lo que ti me inspiras,
tengo lo que no han logrado
todas las ciencias unidas,
los tubos y preparados,
 las más geniales premisas:
Tengo la prueba insondable
 del amor y de la vida.




jueves, 12 de febrero de 2015

Muchas gracias a los que me siguen y dejan sus comentarios, ya sea en el blog, o me lo comentan personalmente.
Hoy, un poco movida por las cosas que están pasando en nuestro país ( ya sabemos que hay un caso puntual y no quiero mostrarme partidista, porque espero tener todo tipo de lectores), pero, también, por el mundo, transcribo una poesía y va el segundo capítulo de la novela.
¡Hasta pronto, si Dios quiere!

Rebeldía del honesto


No quiero que me compren
ni quiero que me vendan.
No quiero ser espalda:
Yo quiero ser cabeza.

Detesto que el desprecio
del mal sobre las gentes
se vista de cordero
y pasee libremente.

Rechazo que en el nombre
de falsas libertades
corrompan, mientan, dañen
con toda impunidad.

Que al limpio digan necio
y al necio lo disculpen,
que al tosco no le enseñen
 y al sabio no lo escuchen.

Antiguo al de principios
y pacato al decente;
al impúdico, osado,
y estúpido al valiente.

Que el mal sea relativo
y el bien sea impotente;
                                               que al justo digan cruel
y raro, al diferente.

Porque nunca podrán
aquellos que no tienen
la verdad en los labios
y ante todo, en la mente,

El bien de los demás
como meta presente,
sino su propio servicio
como único aliciente

hundirme ni quebrarme,
mentirme ni vencerme,
callarme, adormecerme
 o leyes imponerme.

No voy  ser el pasto
de oscuros intereses.
¡Aún habla mi conciencia
Y mi corazón siente!



Carolina y las letras enamoradas
      Capítulo II


Lunes al mediodía. El sol ilumina de lleno el pequeño departamento y Kitty se despereza. Se abre la puerta y la gata se despereza, estirándose y caminando alternativamente para alcanzar a su dueña. Desde luego, con esa parsimonia y esa pizca de egoísmo del felino, tan distintas de la extroversión del can, que ladra, mueve la cola y salta cuando su amo ausente regresa, con la misma efusividad, tanto después de días, como de horas.
Carolina entra con su portafolios y las cosas del supermercado haciendo malabares para cerrar la puerta, colgar la llave, dejar la cartera en el sofá y colocar las bolsas en sobre la mesada. Acaricia a Kitty  que se subió a  la mesada a hociquear, arroja los zapatos  y comienza a guardar las cosas en la heladera. Cuando esta sosteniendo una torre de yogur, queso crema y mermelada, entre los brazos y el mentón, suena el teléfono. Quiere meter todo junto en la heladera, flexionando las rodillas, pero no puede, así que, regresa a la mesada, donde todo rueda y la tapa del queso crema escapa.
Corre a atender el teléfono, murmurando extrañamente: "Analía no... Analía no, por favor... ":
_ ¿ Hola?... ¡Ah!... ¡Qué alivio!... ¡Ricardo!... Es que creí que era Analía, y vos sabés cómo es: cada vez que llama me tiene media hora al teléfono y tengo todo que es un desastre. Recién llegó de la escuela y . . .  _ No, no, corazón, no te preocupes, pasé por el supermercado. Vení a comer tranquilo. Pero . . . ¿No estas muerto de sueño? ¿A qué hora  terminaste la guardia en el hospital? ¿Por qué no dormís hasta la tarde? . . . Bueno, está bien; pero esta noche te acostás temprano y descansás . . . ¿Prometido? Bueno, te espero. Me debés el día de ayer. ¿O tengo que ser tu paciente y pedir turno para verte? Sí, ya sé que lo hablamos, perdonáme . . . ¡Kitty!                                                                      
La gata, asustada, baja de la mesada, relamiéndose, y se oculta detrás del sofá, como cada vez que sabe que hizo un lío. 
_ No, no te preocupes . . . Te espero.
Carolina cuelga el auricular y va hacia la mesada: del queso crema, sólo queda el envase, aparte de los restos en las puertas del mueble y los bigotes de Kitty.
Una hora después llega Ricardo. La mesa está puesta. Él no  la deja servir. La alza, la sienta en una silla y trae la  fuente. Mientras sirve, le pregunta a Carolina:
_¿Qué tal ayer? ¿Descansaste? _ y, antes de dejarla responder, continúa, con tono de cariñosa reprensión _ ¡Ah! ¡No! ¡Es cierto! Te habrás pasado el día corrigiendo y hoy, lunes, empezaste otra vez Se te nota la cara de cansancio. .
_No te preocupes. No estoy tan cansada. Y vos: ¿Una guardia pesada?
_Mmm . . . no. Bastante bien. Tanto, que tuve tiempo de maquinar una idea.
Carolina lo mira, sorprendida, y toma el plato que él le alcanza. Ricardo va hacia  la biblioteca y busca entre los anaqueles, pensativo.
_¿Qué hacés?
_¿Te acordás de lo que hablamos el sábado? Sobre la poesía y la gente que quiere acercarse pero no se atreve. Como yo, bah, que lo que más leyeron fue Corín Tellado.
_¡Ah! ¡Sí! . . . La cuestión del diccionario.
_Exactamente. _ Contesta él, mientras sigue investigando los volúmenes. _ Bien: ayer, hojeando el diario, tomé el suplemento literario y leí dos poesías.
_¿Y?
_Palabras, filosofía . . . Mucha erudición, pero, acá . . . _ Se señala el corazón _nada. 
_Es decir que no la entendiste. Y, bueno, es que, normalmente, son para gente especializada.
_¡Ahí está!
_"¡Ahí está!" . . . ¿Qué?
_¿Por qué escriben para ellos? ¿Por qué les importan solamente los otros escritores? ¿Y nosotros? ¿Los médicos, los ingenieros, los mecánicos?
_Bueno . . . Tienen a Baldomero Fernández Moreno,  a Roxlo, . . .
_ ¡Neruda! ¡Al fin! _  exclama Ricardo, mientras extrae un libro un libro de uno de los estantes _ Dejáme  buscar . . . ¡Acá! _ lee_"Puedo escribir los versos más tristes esta noche . . . "
Carolina ríe y dice:
_El poema veinte.
_ Y decíme:  ¿Quién no lo leyó? . . . A todo el mundo le gusta.
_Sí.
_¿Ysabés por qué? _deja el libro sobre la mesa y  vuelve a sentarse - Porque lo entienden, porque lo sienten . . .
_¿Identificados?
_¡Eso! El que lo lee piensa en la noche, la soledad, y un amor que ya no está . . .
Carolina no ha tomado esto muy en serio, así que, mientras come, le pregunta con mirada maliciosa               _¿Vos también?
_Bueno, sí _la interrumpe _Pero me refiero a que no soy un intelectual.
_O sea . . . a ver si entiendo . . . vos me querés decir que no hay nada para la gente a la que le gusta leer, pero no son filósofos, ni escritores, ni lingüistas Yo no podría abrir a una persona _simula usar el cuchillo como bisturí _sacarle algo y acomodar todo _sigue haciendo gestos _
y cerrar. Eso requiere de muchísima eficiencia, resistencia a la tensión ...
_¡Eso!
_Pero . . . ¿Qué tiene que ver con . . .?
_Dejáme explicarte: ¿No canta Serrat los versos de Hernández y de Machado y a la gente le fascina?
_Sí. Y también están Benedetti y Violeta Parra . . .
_Y, ¿qué pasó con el simple "Voy a apagar la luz para pensar en ti", de Manzanero? El público lo adoró y, años después, resurgió el bolero. ¿Por qué? Porque uno se imagina la situación. En cambio, con todas esas palabras del poema que leí ayer, yo no imaginé nada.
Carolina lo mira, pensativa.
_¿Vas entendiendo la idea?
Ella, que parece volver de una breve ausencia, recuerda:
_En una biografía que leí de Alfonsina Storni, decía que ella, en una época, recitaba sus poesías para unas lavanderas, en un sindicato, y lo disfrutaba mucho, porque a pesar de sus diferencias culturales, ellas la escuchaban, fascinadas. Ella decía que era algo de su esencia femenina que las ponía en contacto.   
_¿Ves?
_¿Y qué querés decir? ¿Que en mi trabajo yo  . . .?
_Esto quiero decir.
Ricardo la toma de la mano para que se levante y van desde la mesa del comedor  al escritorio, donde le señala la máquina.
_Dejá de escribir lo que quieren los editores y los jueces de los concursos. Nunca vas a conformarlos  porque no saben lo que quieren. Y lo que es peor, así no sos fiel a vos misma. Escribí lo que vos sentís, que es lo que quieren los lectores. Y, además, todo lo que brota de esa alma hermosa que yo conozco, es hermoso.. Es mucho mejor que lo que leí ayer.
_Es decir que vos querés . . .
_¡No! Nada de: "los diarios quieren que . . . ", ni: "los escritores acostumbran a . . . " ¡No! ¡Qué es lo que Carolina es capaz de dar? ¿Qué es lo que Carolina expresa, que me hace sentir tan bien?
Ella piensa y observa la máquina de escribir.
_No dejes que ella te pida nada. Vos mandás. No esperes que los demás te dicten. Dictále vos.
Mientras le dice esto, le toma las manos, las pone sobre su pecho y las besa con lentitud, mirando cada dedo.









miércoles, 11 de febrero de 2015


¡Hola, otra vez! ¿Còmo están? Muchas gracias a todos los que  leyeron mi poema de ayer y  me alentaron a seguir con este proyecto. Como les prometí, aquí va el primer capítulo de "Carolina y las letras enamoradas" . Espero que se entretengan. No es de mucho valor literario. Si mis profesores se enteraran (o se enteran, porque quién sabe a dónde llega la cuestión) ... ¡Me matan! ¡Ja, ja!
Hasta pronto, si Dios quiere

Capítulo I
                                                                                                          
  El otoño ya está llegando y sopla hojas rojizas y doradas hacia todos lados: las vere- das,las paredes,las ventanas... Así llega a apagarse en la ventana de un departamento del primer piso. Junto a esa ventana hay un escritorio con libros apilados, y una máquina de escribir que cesa su cantilena porque los dedos de Carolina se han detenido.
  Ella bufa y gira en su silla, observando su pequeño monoambiente: la biblioteca alta con las obras de sus favoritos,el sofá-cama,el armario,la mesada,la mesa y las sillas.En las paredes,los cuadros de paisajes tratan de hacerle olvidar que no está en su pueblo natal y que habita la ciudad,no muy lejos del centro y que el único verde que puede disfrutar es el de la plaza de enfrente. Mira de reojo la planta del rincón, pero desvía la vista para no sentirse tan culpable de que se está muriendo. ¿Por qué no tendrá la habilidad de su madre para cuidar de esos seres vivos? Prefiere mirar lo que sí puede cuidar: la gata que mastica lentamente junto a su plato.                                                                           
Detiene unos minutos su vista sobre los portarretratos: de su pueblo y de otro país a donde algún antepasado emigrado y sus descendientes siguen intercambiando con
ella fotografías y cartas.
Lee en voz alta lo que acaba de escribir: "Cristales rotos y dolor...
                                                                      y mis manos queriendo estrujarlos
                                                          a los dos...
  Un murmullo  de desaprobación acompaña su ceño fruncido y su rictus de disgusto.
  La gata deja de comer y abre los ojos grandes, como preguntando: "¿Qué?".
  Carolina deja la silla, va a acariciar a la gata y le pregunta:
  _ A vos no te gustan, ¿no? A mí tampoco.
  Camina lentamente hacia la ventana suspirando hondamente, corre  un poco la cortina
y hunde nuevamente la vista en el verdor de la plaza de enfrente Ve a un hombre joven que va a tocar el timbre del edificio .Ella sonríe con los labios y con los ojos. Suena el timbre del portero eléctrico. Ella descuelga el auricular  y abre.
  Segundos después, se oye el timbre de la puerta y Carolina abre, arrojándose a los brazos de ese joven alto, de cabello castaño y mirada vivaz. No dicen palabra, pero entran de la mano y él se pone a acariciar la gata que se está instalando en el sofá y, al reconocerlo, se acuesta, patas hacia arriba, para jugar.
  _ ¿Cómo estás, Kitty?--le dice  al felino.
  _ Yo estoy bien, Ricardo, gracias _ contesta Carolina, fingiendo enojo.
  _ ¡Ah! ¡Mi otra gatita se pone celosa! _ dice el joven, y la toma de la cintura, de espal-
  das: _ ¡Vos sabés que te quiero más!
  _¿Seguro, Ricardo? _ :replica ella, haciendo gestos raros, hasta que se da vuelta y lo besa suavemente.
  Regresa al escritorio. Él toma una silla y se sienta a su lado.
  _¿Y . . .? ¿Qué tal?
  _¡Mal! _ :contesta ella, malhumorada.
  _¡Eh! ¿Es para tanto? ¿A ver?. . ._ dice Ricardo, leyendo los versos.
  _¿Y . . .?
  Él medita un momento y la mira.
  _¿Viste? ¡Un asco! _ Carolina saca violentamente la hoja de la máquina y se dispone a tirarla, pero su novio la detiene.
  _¡Eh! ¡Esperá! Son tres versos nada más. No seas tan dura con vos misma. Ahora no estás de humor. Mejor vemos un rato la televisión, comemos algo, te relajás...  mañana
la releés y se te va a ocurrir algo, cuando estés más descansada.
  _Mañana no puedo. Tengo una pila de exámenes para corregir.
  _¡Pero mañana es domingo!
  _¡Y si vos tenés guardia!.
  _Podrías aprovechar para descansar.
  _Precisamente: no corregí hoy para dedicarme a esto... y nada.
  _Nada, no.
  _Releer versos viejos, tratar de inspirarme, rezongar  por todo el departamento, mirar  por la ventana y escribir dos...
  _¡Tres!
  _Bueno, tres versos, no es nada. Y además son pésimos. Te vi la cara.
  _ No era cara de "pésimos". Era cara de..."no entiendo".
  _¿Viste?
  _Pero no es lo mismo. Además, vos sos la profesora de Literatura, ¿te vas a dejar llevar por mi opinión, la de un médico? Me gusta leer, pero... ¿qué voy a saber sobre crítica literaria?
  _ Es que quisiera que le gustaran a la gente común. Pero... leé los suplementos literarios de, leé los autores actuales. Yo me presento en concursos literarios y nunca gano. Cuando leo las obras de los ganadores... son de un estilo tan diferente al mío...
lenguaje que no entiendo, pero para los jueces es genial.
  _Bueno... _ la abraza_ No te mortifiques así. Muchas de las poesías que mandaste me  las dedicaste a mí, ¿o no?
  _Sí.
  _Y a mí, que veo sangre con un bisturí en la mano sin pestañear, me derritieron.
  _ Porque vos me querés.
  _Sí. No te lo niego. Pero también porque llegan... se sienten... son sencillas, así que llegan directamente. No hay que ir cien veces al diccionario cuando se las lee.
  Ella lo abraza fuertemente, mira la máquina, toma un lápiz a manera de varita y la toca tres veces.
 _¡Abracadabra! ¡Escribí sola!
 _¡No! _le dice él _ No necesitás magia _ le señala el pecho _ Sólo dejá que el corazón te dicte. Nada más.
  Ella sigue mirando la máquina, angustiada. Ricardo, al advertirlo, le dice, como a un nene mimoso:
 _ Y ahora, basta. A descansar y no pensar más.
 Encienden el televisor. Carolina va hacia la heladera y pregunta:
_¿Qué querés para cenar?

    

 


lunes, 9 de febrero de 2015

Hola, amigos y familia (antiguos, presentes y potenciales). Hoy empiezo un nuevo proyecto,pero no quiero hacerlo sola: espero que, si les gusta, me acompañen, me comenten a mí y a sus amigos ... lo que tengan ganas de hacer. Con cierta frecuencia voy a publicar aquí, capítulos de una novela que escribí hace unos años y aún no publiqué, mechada con experiencias de vida, sueños, intercambio de opiniones, poesías ...
La idea es enriquecernos mutuamente. ¡Ojalá les guste!
Mientras los espero, les mando un regalito:

A manos llenas

Da tu corazón,
da tu vida.
Date a ti mismo
sin medida,
sin mezquindad,
a manos llenas.
No guardes para ti
ningún don
que te haya sido dado.
Nada te servirá,
el día que partas,
tenerlo guardado.
Te llevarás en cambio
el alma llena
de alas, de luces,
de perlas, de diademas.
Y volarás muy alto,
muy alto . . .
Y podrás ver, de allí,
que aquí, de ti,
algo ha quedado.