¡Perdón, perdón, perdón! A mis amigos, familia, y algún seguidor que no pertenezca a este grupo,( no sé cuántos de ellos habrán tenido la piedad de interesarse en mi obra). Varias veces los dejé abandonados, pero creo que esta vez fue el período máááá´s largo.
Dos motivos me alejaron de ustedes muy a mi pesar: problemitas de salud ( esa es la parte mala, o, para no ser negativa, llamémosla "menos placentera") y otro bueno: la ajetreada preparación de la presentación de "Historias de paz", en Buenos Aires. Pronto será en La Plata. En cuanto tenga fecha, la pongo en el blog.
Así que, los que están aún siguiendo los pasos de Carolina, Ricardo, Miguel y los otros personajes y me han tenido taaaanta paciencia (¿siguen ahí? ¡espero que sí!) pueden zambullirse los capítulos 10 y 11. Sí, como premio (o castigo, no sé) a la espera, esta vez van dos seguidos
Capítulo
X
Dos días después, nuevamente en la Argentina. En la fina para entrar al
cine, Carolina está con Marta, una amiga y compañera de trabajo. Es una hermosa
tarde de primavera. Marta inspira profundamente, para disfrutar el aire fresco,
y se vuelve hacia Carolina:
_¡Qué raro que te tomes un tiempo para vos, especialmente no siendo fin
de semana! Cuando me telefoneaste no pensé que fuera para salir. Últimamente
estuviste trabajando tanto . . .
_Por eso mismo. Una buena película, aire fresco, no pensar en nada que
tenga que ver con el trabajo . . .
La fila comienza a moverse. Marta corre a comprar pochoclo y gaseosas y
regresa, preguntando:
_Y . . . ¿cómo te va con las poesías?
_Bien. Bueno, realmente no estoy escribiendo muchas poesías nuevas.
Estoy "reciclando" algunas que tenía y tratando de darles algún
destino.
Una vez que están acomodadas en sus butacas, reanudan la conversación.
_Y . . . ¿cómo te va con eso?
_Las mandé a algunas editoriales, pero ninguna me contestó.
_¡No te desanimes! Tené paciencia que en algún momento se te va a dar
Carolina coloca manojos de maíz en su boca, pensando si es conveniente
que siga hablando o no. Finalmente decide hacerlo sólo si Marta retoma el tema.
_¿No probaste alguna otra cosa? _ Pregunta Marta, como si leyera su
mente.
_Bueno, sí . . . en realidad . . . _ comienza a responder Carolina, pero
se interrumpe por el paso de varias personas en la misma fila y sigue dudando
si continuar o no _ No quería contarlo por una cuestión de suerte . . . No sé .
. . Me pareció que si se lo decía a alguien podía arruinarse. Pero, la verdad
es que si no hablo con alguien voy a explotar.
Marta, que se ha puesto nerviosa, sorbe su gaseosa, traga, y se sienta
en el borde de su butaca para no perderse de nada.
_¿Cómo? ¿Qué es lo que no pensabas contarme? ¡ Ah! No, no, no. No es
justo. Yo te cuento todo. ¿Qué es lo que pensabas ocultarme?
_No es que pensara en ocultártelo. _Contesta Carolina, suavizando la voz
para que Marta comprenda _ Es que . . . no estoy segura de cómo van a seguir
las cosas. Ni siquiera a Ricardo se lo conté. Además, me pidieron discreción.
_¿Qué es lo que no contaste? ¿Quiénes te pidieron discreción? _ Pregunta
Marta, intrigada.
Carolina suspira y, finalmente, habla.
_Mandé algunas poesías a estudios de grabación y a cantantes conocidos.
Traté de seleccionar a los que tienen cierto estilo, parecido a mi forma de
escribir.
_¿Y . . .? ¿Y . . .?
_Uno de ellos me contestó.
_¿Un estudio o un cantante?
_Un cantante. Pero no te voy a decir quién hasta que todo esté
arreglado.
Marta, contenta por su amiga, casi salta de su butaca
_Pero . . .¿Cómo fue? ¿Te llamaron? ¿Te mandaron una un mail?
_Fue un poco extraño. Me llamó por teléfono la secretaria, diciéndome
que habían recibido mi material y que les había gustado mucho. Tanto, que
querían saber si tenía más del mismo tipo. Le dije que sí, pero que no sabía si
les iban a interesar como lo anterior. Me contestó que no me preocupara, que me
llamarían pronto para ciertos arreglos.
_¡Qué bien! Pero . . .¿qué es lo que te parece raro?
_Lo que te dije recién. Me pidió absoluta reserva, que más adelante me
explicarían por qué.
_Bueno . . . Ellos sabrán . . . Lo importante es que no sólo lo leyeron,
sino que les gustó y te piden más. Aunque no sé de quiénes estoy hablando . . .
_ dice Marta, con la intención de que Carolina le dé más detalles.
_Marta . . . ya te veo venir _ le dice su amiga, sonriendo _ No puedo
decirte de quién se trata. Pero para que te sientas mejor voy a contarte algo
más. En caso de que todo continúe bien, voy a tener que viajar.
_¿Viajar? ¡Ah! Eso quiere decir que no es argentino.
_ Eso no quiere decir que no
sea argentino. _ dice Carolina, riendo ante la perspicacia de su amiga _Podría
tener que viajar a otra provincia, no necesariamente al exterior.
_ Mmm . . . _ musita Marta, al
tiempo que en la pantalla empiezan a aparecer los comerciales y las luces bajan
un poco _ No me lo dijiste, pero no sé por qué lo sentí así. Y yo siempre creo
en mi intuición.
Carolina ríe de nuevo, en parte por las
palabras de su interlocutora, y en parte porque se siente aliviada de haber
podido compartir sus expectativas con alguien.
_¿Cuándo
sucedió esto? _ interroga Marta.
_Ayer.
_¿Y
cuándo te van a volver a llamar?
_Estaba
tan nerviosa que no pregunté. Será una semana, un mes . . . o un año.
_¡No
seas exagerada! Si te llamaron tan pronto como recibieron los poemas, deben de
estar muy entusiasmados y no querrán esperar mucho.
-¿Te
parece? _Pregunta Carolina, entre entusiasmada y dudosa.
_¡Seguro!
_ Afirma su amiga, tratando de inspirarle confianza _ Si no tuvieran apura, no
te hubieran dicho todo tan de repente: primero te habrían anunciado que
recibieron tu carta, más adelante te habrían telefoneado para comentarte que
les parecía buen material, y, más tarde, te hubieran hablado de su intención de
usarlas y de encargarte más. Pero así, todo junto . . . a mí me parece . . .
_¿Estás
pidiendo datos a tu intuición?
_No.
A mi sentido común. Yo diría que . . . la semana que viene vas a tener
noticias.
_No
creo, me parece muy pronto.
_Bueno
. . . esperemos y vamos a ver quién tiene razón. ¿Apostamos otra invitación al
cine?
_Eh
. . . No. Mejor no apuesto. Cuando estás tan segura, me das miedo.
_Bueno:
entonces, en una semana salimos a celebrar las buenas noticias. Pero . . . no . . . claro . . . _ Marta
empieza a dudar _ Seguramente vas a querer celebrar con Ricardo.
_No
te preocupes: nunca me va a faltar tiempo para una amiga como vos.
_Gracias,
Caro. _ Marta se detiene un momento a pensar y continúa _Me parece que hay algo
en lo que no pensaste.
Carolina
la mira, en la penumbra, interrogándola con la mirada.
_Ri-car-do, Carolina. Ricardo. ¿No te parece que deberías ir adelantándole algo? ¿O vas a
esperar a estar con las valijas preparadas para . . . bueno . . . donde sea?
_Ya
lo consideré, pero no voy a contarle nada, por lo menos hasta la próxima
llamada, cuando todo sea más claro y más seguro.
Las
luces desaparecen por completo. Durante la charla, han pasado los comerciales y
los avances de las películas a estrenar. Ya comienzan la música y las imágenes
del filme.
Marta
no se da por vencida. En la oscuridad se oye un susurro.
_¡Dále!
¡Dáme una pista! ¿Es extranjero?
_No
te voy a decir, Marta.
_Sí,
sí. Seguro que es extranjero. Y . . .¿el estilo? ¿Melódica, romántica, bolero?
_No
te voy a dar más pistas, Marta.
_Bueno:
yo voy a tirar nombres, y si acierto, vos me avisás.
_¡No!
¡No puedo! Además, ya empezó la película. Alguien se va a poner molesto y nos
va a hacer callar.
Haciendo
caso omiso de lo que le advierte su amiga y llevada por su ansiedad, Marta
nombra cantantes. Carolina contesta con monótonos "nos", hasta que,
como lo había anticipado, alguien, desde algún lugar del cine, las hace callar.
Capítulo
XI
Tres días después, Carolina y Ricardo descansan en el sofá: Él mira una película de ciencia- ficción
mientras ella, con la cabeza apoyada en las piernas de él y los pies en el
brazo del sofá, escribe, escribe, mirando de vez en cuando, la pantalla del
televisor. Nunca podrá entender el gusto de él por las películas donde abundan
los seres deformes, ni por aquellas en que uno pierde la cuenta de las
persecuciones y los autos rotos.
_¿Qué escribís? _ pregunta
Ricardo, al tiempo que exprime la última papa frita de la bolsa _ ¿Algo para
seguir mandando?
_Sí. Para seguir mandando.
Él espía por encima del hombro, tratando de leer, pero ella dobla
rápidamente el papel.
_¡No!
_¿Cómo? ¿No soy siempre tu primer crítico? _interroga él, haciendo los
"pucheros" que suelen hacer los chicos cuando no les dan el gusto a
sus antojos.
_No hasta que termine, y éste está a medio hacer.
_¿Es sobre mí? _ le dice, cambiando la cara de niño mimado por la
expresión de orgullo.
_Todas las poesías de amor tienen algo que ver con vos _ y antes de que
él aspire a regodearse en su vanidad, agrega: _ Pero ésta no.
_¿No? _ exhala él, desilusionado.
_No. Porque se trata de un amor perdido y vos estás conmigo. A menos que
estés pensando en dejarme . . .
_¡Ni loco! _ exclama él, y la abraza, sonriendo. El teléfono los
interrumpe. Carolina va hacia él, en la cocina, mientras Ricardo se acomoda
como al principio. La película está por terminar, así que pone mucha atención a
los diálogos.
Carolina descuelga el auricular y su rostro cambia cuando reconoce la
voz que le llega del otro lado, desde Méjico.
_¡Señorita Nélida! . . . Bueno, está bien, la voy a llamar Nélida, a
secas, pero me parece extraño, como hemos hablado tan poco . . . ¿Qué ya nos
vamos a . . .? Pero . . . mire . . . es que . . .no veo la manera, porque yo
trabajo. Recién en dos meses tendré mis vacaciones . . .
Carolina escucha atentamente, pero no puede dejar de preocuparse por la
presencia de su novio. Le echa una mirada. La película ya ha finalizado y comenzaron
"Los tres chiflados". A él le encantan ( otra cosa que Carolina no
entiende: cabezazos, resbalones, corridas y guerras de comida un episodio tras
otro, con leves cambios de argumento y de personajes, han conseguido que se les
rinda culto durante varias generaciones), así que no hay peligro de que se
distraiga con la conversación telefónica. Sin embargo, el departamento es muy pequeño, razón por la cual toma la precaución de darle la
espalda y ahuecar la mano sobre la boca
para apagar el sonido de su voz.
_Sí, podría tomarme unos días, pero usted me pidió estricta reserva . .
.¿Cómo explicaría mi viaje a mi familia . . . a mis amigos . . .? _ contesta a
los requerimientos del otro lado.
Ricardo lanza una sonora risotada, como es su costumbre (su alegría
acepta muchos calificativos, pero "discreta", no es uno de ellos, sin
lugar a dudas), tan ensimismado está en las morisquetas de sus favoritos.
_No, no, por supuesto que no se lo dije a nadie, pero . . .
_Nélida, por las respuestas entrecortadas que recibe, sospecha cuál es
el problema de Carolina.
_Sí . . . estoy con alguien . . . ¿Más tarde? . . . Claro, va a ser lo
mejor . . .
Carolina escribe un número en el anotador que tiene a mano.
_Sí, sí. Lo tengo . . . Bien . . . Creo que en media hora podré llamarla
. . . Hasta luego, gracias.
Carolina cuelga el teléfono y camina hacia el sofá. Su mente teje y
desteje inventos para responder a la pregunta que sabe que surgirá:
_¿Quién era?
_No, nada . . . Bueno . . . es sobre algunas de las poesías que mandé .
. . Vamos a ver. No es nada seguro todavía . . .
_¿Qué? ¿Vas a publicar? _ dijo Ricardo, entusiasmado.
_No, no. Es otro tipo de proyecto. No te lo voy a contar ahora porque
tengo miedo de que todo se arruine. Ya hablamos sobre los proyectos y la mala
suerte y los dos opinamos lo mismo, ¿no?
Ricardo y Carolina tienen una cábala, a cerca de las aspiraciones que
quieren concretar: hasta que las cosas no están totalmente encaminadas, no
comentan nada con nadie. La experiencia les demostró (a pesar de que no son
supersticiosos) que cuando empezaban a hablar de sus sueños como si ya se
hubiesen concretado, aparecía algún inconveniente fuera de su alcance que
abortaba la concreción. Carolina sabe que su novio respetará esa decisión, pues
él también es reservado en tales cuestiones.
_Está bien, no pregunto _ contesta él, sonriendo y haciendo un gesto con
la mano, indicando que da la cuestión por terminada y que escuchará cuando ella
esté dispuesta a contar todo.
De repente, mira el reloj y salta del sillón.
_¡Uy! ¡Mirá la hora que es! En veinte minutos tengo guardia, y todavía me falta pasar por casa a buscar unas
cosas _ contesta Ricardo, al tiempo que manotea afanosamente en su bolsillo las
llaves de su coche.
Carolina toma el control remoto, apaga el televisor, y, cuando lo apoya
en la mesita junto al sofá, se produce el hallazgo.
_¡Acá están! _ le dice a Ricardo, poniéndole las llaves en la mano.
_¡Gracias!
_¿Cómo, "gracias"? ¿Nada más? _ pregunta ella, poniendo cara de nenita decepcionada.
Ricardo sonríe, la toma de la cintura y le da un beso. Teniéndola aún
abrazada la alza en el aire, la lleva hacia la salida y la besa nuevamente.
_Tengo que irme. No sabés cuánto me gustaría quedarme, corazón, pero . .
.
_No te preocupes. ¿Me llamás mañana? Después de la una
estoy de regreso en casa.
_Claro. Y pasado mañana vengo.
Antes de cerrar la puerta, le toca la nariz con el dedo índice y se
sonríen.
Carolina va hacia la ventana. Sabe que él, antes de subir al auto,
dirigirá una última mirada y no quiere perdérsela. Segundos después, agita la
mano, saludándolo. Luego se apoya en el marco de la ventana y juega con el
borde de las cortinas, mirando hacia la cocina.
Se dirige a la heladera, extrae una botella de agua mineral y se sirve
un vaso. Se sienta en una silla, mirando fijamente el teléfono. Arranca la
hojita del anotador, la observa y descuelga el auricular, pero vuelve a colgar.
Camina alrededor de la mesa y cavila. Finalmente, otra vez sentada, pero esta
vez con las rodillas a la altura del mentón y los pies en la silla, casi se
puede ver la velocidad a la que giran sus pensamientos. Toma el auricular y
comienza a marcar el número.