domingo, 25 de octubre de 2015

¡Perdón, perdón, perdón! A mis amigos, familia, y algún seguidor que no pertenezca a este grupo,( no sé cuántos de ellos habrán tenido la piedad de interesarse en mi obra). Varias veces los dejé abandonados, pero creo que esta vez fue el período máááá´s largo.
Dos motivos me alejaron de ustedes muy a mi pesar: problemitas de salud ( esa es la parte mala, o, para no ser negativa, llamémosla "menos placentera") y otro  bueno:  la ajetreada preparación de la presentación de "Historias de paz", en Buenos Aires. Pronto será en La Plata. En cuanto tenga fecha, la pongo en el blog.
Así que, los que están aún siguiendo los pasos de Carolina, Ricardo, Miguel y los otros personajes y me han tenido taaaanta paciencia (¿siguen ahí? ¡espero que sí!) pueden zambullirse los capítulos 10 y 11. Sí, como premio (o castigo, no sé) a la espera, esta vez van dos seguidos

Capítulo X


Dos días después, nuevamente en la Argentina. En la fina para entrar al cine, Carolina está con Marta, una amiga y compañera de trabajo. Es una hermosa tarde de primavera. Marta inspira profundamente, para disfrutar el aire fresco, y se vuelve hacia Carolina:
_¡Qué raro que te tomes un tiempo para vos, especialmente no siendo fin de semana! Cuando me telefoneaste no pensé que fuera para salir. Últimamente estuviste trabajando tanto . . .
_Por eso mismo. Una buena película, aire fresco, no pensar en nada que tenga que ver con el trabajo . . .
La fila comienza a moverse. Marta corre a comprar pochoclo y gaseosas y regresa, preguntando:
_Y . . . ¿cómo te va con las poesías?
_Bien. Bueno, realmente no estoy escribiendo muchas poesías nuevas. Estoy "reciclando" algunas que tenía y tratando de darles algún destino.
Una vez que están acomodadas en sus butacas, reanudan la conversación.
_Y . . . ¿cómo te va con eso?
_Las mandé a algunas editoriales, pero ninguna me contestó.
_¡No te desanimes! Tené paciencia que en algún momento se te va a dar
Carolina coloca manojos de maíz en su boca, pensando si es conveniente que siga hablando o no. Finalmente decide hacerlo sólo si Marta retoma el tema.
_¿No probaste alguna otra cosa? _ Pregunta Marta, como si leyera su mente.
_Bueno, sí . . . en realidad . . . _ comienza a responder Carolina, pero se interrumpe por el paso de varias personas en la misma fila y sigue dudando si continuar o no _ No quería contarlo por una cuestión de suerte . . . No sé . . . Me pareció que si se lo decía a alguien podía arruinarse. Pero, la verdad es que si no hablo con alguien voy a explotar.
Marta, que se ha puesto nerviosa, sorbe su gaseosa, traga, y se sienta en el borde de su butaca para no perderse de nada.
_¿Cómo? ¿Qué es lo que no pensabas contarme? ¡ Ah! No, no, no. No es justo. Yo te cuento todo. ¿Qué es lo que pensabas ocultarme?
_No es que pensara en ocultártelo. _Contesta Carolina, suavizando la voz para que Marta comprenda _ Es que . . . no estoy segura de cómo van a seguir las cosas. Ni siquiera a Ricardo se lo conté. Además, me pidieron discreción.
_¿Qué es lo que no contaste? ¿Quiénes te pidieron discreción? _ Pregunta Marta, intrigada.
Carolina suspira y, finalmente, habla.
_Mandé algunas poesías a estudios de grabación y a cantantes conocidos. Traté de seleccionar a los que tienen cierto estilo, parecido a mi forma de escribir.
_¿Y . . .? ¿Y . . .?
_Uno de ellos me contestó.
_¿Un estudio o un cantante?
_Un cantante. Pero no te voy a decir quién hasta que todo esté arreglado.
Marta, contenta por su amiga, casi salta de su butaca
_Pero . . .¿Cómo fue? ¿Te llamaron? ¿Te mandaron una un mail?
_Fue un poco extraño. Me llamó por teléfono la secretaria, diciéndome que habían recibido mi material y que les había gustado mucho. Tanto, que querían saber si tenía más del mismo tipo. Le dije que sí, pero que no sabía si les iban a interesar como lo anterior. Me contestó que no me preocupara, que me llamarían pronto para ciertos arreglos.
_¡Qué bien! Pero . . .¿qué es lo que te parece raro?
_Lo que te dije recién. Me pidió absoluta reserva, que más adelante me explicarían por qué.
_Bueno . . . Ellos sabrán . . . Lo importante es que no sólo lo leyeron, sino que les gustó y te piden más. Aunque no sé de quiénes estoy hablando . . . _ dice Marta, con la intención de que Carolina le dé más detalles.
_Marta . . . ya te veo venir _ le dice su amiga, sonriendo _ No puedo decirte de quién se trata. Pero para que te sientas mejor voy a contarte algo más. En caso de que todo continúe bien, voy a tener que viajar.
_¿Viajar? ¡Ah! Eso quiere decir que no es argentino.
    _ Eso no quiere decir que no sea argentino. _ dice Carolina, riendo ante la perspicacia de su amiga _Podría tener que viajar a otra provincia, no necesariamente al exterior.
   _ Mmm . . . _ musita Marta, al tiempo que en la pantalla empiezan a aparecer los comerciales y las luces bajan un poco _ No me lo dijiste, pero no sé por qué lo sentí así. Y yo siempre creo en mi intuición.
   Carolina ríe de nuevo, en parte por las palabras de su interlocutora, y en parte porque se siente aliviada de haber podido compartir sus expectativas con alguien.
_¿Cuándo sucedió esto? _ interroga Marta.
_Ayer.
_¿Y cuándo te van a volver a llamar?
_Estaba tan nerviosa que no pregunté. Será una semana, un mes . . . o un año.
_¡No seas exagerada! Si te llamaron tan pronto como recibieron los poemas, deben de estar muy entusiasmados y no querrán esperar mucho.
-¿Te parece? _Pregunta Carolina, entre entusiasmada y dudosa.
_¡Seguro! _ Afirma su amiga, tratando de inspirarle confianza _ Si no tuvieran apura, no te hubieran dicho todo tan de repente: primero te habrían anunciado que recibieron tu carta, más adelante te habrían telefoneado para comentarte que les parecía buen material, y, más tarde, te hubieran hablado de su intención de usarlas y de encargarte más. Pero así, todo junto . . . a mí me parece . . .
_¿Estás pidiendo datos a tu intuición?
_No. A mi sentido común. Yo diría que . . . la semana que viene vas a tener noticias.
_No creo, me parece muy pronto.
_Bueno . . . esperemos y vamos a ver quién tiene razón. ¿Apostamos otra invitación al cine?
_Eh . . . No. Mejor no apuesto. Cuando estás tan segura, me das miedo.
_Bueno: entonces, en una semana salimos a celebrar las buenas noticias. Pero . . .                   no . . . claro . . . _ Marta empieza a dudar _ Seguramente vas a querer celebrar con Ricardo.
_No te preocupes: nunca me va a faltar tiempo para una amiga como vos.
_Gracias, Caro. _ Marta se detiene un momento a pensar y continúa _Me parece que hay algo en lo que no pensaste.
Carolina la mira, en la penumbra, interrogándola con la mirada.
_Ri-car-do, Carolina. Ricardo. ¿No te parece que deberías ir adelantándole algo? ¿O vas a esperar a estar con las valijas preparadas para . . . bueno . . . donde sea?
_Ya lo consideré, pero no voy a contarle nada, por lo menos hasta la próxima llamada, cuando todo sea más claro y más seguro.
Las luces desaparecen por completo. Durante la charla, han pasado los comerciales y los avances de las películas a estrenar. Ya comienzan la música y las imágenes del filme.
Marta no se da por vencida. En la oscuridad se oye un susurro.
_¡Dále! ¡Dáme una pista! ¿Es extranjero?
_No te voy a decir, Marta.
_Sí, sí. Seguro que es extranjero. Y . . .¿el estilo? ¿Melódica, romántica, bolero?
_No te voy a dar más pistas, Marta.
_Bueno: yo voy a tirar nombres, y si acierto, vos me avisás.
_¡No! ¡No puedo! Además, ya empezó la película. Alguien se va a poner molesto y nos va a hacer callar.
Haciendo caso omiso de lo que le advierte su amiga y llevada por su ansiedad, Marta nombra cantantes. Carolina contesta con monótonos "nos", hasta que, como lo había anticipado, alguien, desde algún lugar del cine, las hace callar.


Capítulo XI


Tres días después, Carolina y Ricardo descansan en el sofá:  Él mira una película de ciencia- ficción mientras ella, con la cabeza apoyada en las piernas de él y los pies en el brazo del sofá, escribe, escribe, mirando de vez en cuando, la pantalla del televisor. Nunca podrá entender el gusto de él por las películas donde abundan los seres deformes, ni por aquellas en que uno pierde la cuenta de las persecuciones y los autos rotos.
   _¿Qué escribís? _ pregunta Ricardo, al tiempo que exprime la última papa frita de la bolsa _ ¿Algo para seguir mandando?
_Sí. Para seguir mandando.
Él espía por encima del hombro, tratando de leer, pero ella dobla rápidamente el papel.
_¡No!
_¿Cómo? ¿No soy siempre tu primer crítico? _interroga él, haciendo los "pucheros" que suelen hacer los chicos cuando no les dan el gusto a sus antojos.
_No hasta que termine, y éste está a medio hacer.
_¿Es sobre mí? _ le dice, cambiando la cara de niño mimado por la expresión de orgullo.
_Todas las poesías de amor tienen algo que ver con vos _ y antes de que él aspire a regodearse en su vanidad, agrega: _ Pero ésta no.
_¿No? _ exhala él, desilusionado.
_No. Porque se trata de un amor perdido y vos estás conmigo. A menos que estés pensando  en dejarme . . .
_¡Ni loco! _ exclama él, y la abraza, sonriendo. El teléfono los interrumpe. Carolina va hacia él, en la cocina, mientras Ricardo se acomoda como al principio. La película está por terminar, así que pone mucha atención a los diálogos.
Carolina descuelga el auricular y su rostro cambia cuando reconoce la voz que le llega del otro lado, desde Méjico.
_¡Señorita Nélida! . . . Bueno, está bien, la voy a llamar Nélida, a secas, pero me parece extraño, como hemos hablado tan poco . . . ¿Qué ya nos vamos a . . .? Pero . . . mire . . . es que . . .no veo la manera, porque yo trabajo. Recién en dos meses tendré mis vacaciones . . .
Carolina escucha atentamente, pero no puede dejar de preocuparse por la presencia de su novio. Le echa una mirada. La película ya ha finalizado y comenzaron "Los tres chiflados". A él le encantan ( otra cosa que Carolina no entiende: cabezazos, resbalones, corridas y guerras de comida un episodio tras otro, con leves cambios de argumento y de personajes, han conseguido que se les rinda culto durante varias generaciones), así que no hay peligro de que se distraiga con la conversación telefónica. Sin embargo, el  departamento es muy pequeño, razón  por la cual toma la precaución de darle la espalda  y ahuecar la mano sobre la boca para apagar el sonido de su voz.
_Sí, podría tomarme unos días, pero usted me pidió estricta reserva . . .¿Cómo explicaría mi viaje a mi familia . . . a mis amigos . . .? _ contesta a los requerimientos del otro lado.
Ricardo lanza una sonora risotada, como es su costumbre (su alegría acepta muchos calificativos, pero "discreta", no es uno de ellos, sin lugar a dudas), tan ensimismado está en las morisquetas de sus favoritos.
_No, no, por supuesto que no se lo dije a nadie, pero . . .
_Nélida, por las respuestas entrecortadas que recibe, sospecha cuál es el problema de Carolina.
_Sí . . . estoy con alguien . . . ¿Más tarde? . . . Claro, va a ser lo mejor . . .
Carolina escribe un número en el anotador que tiene a mano.
_Sí, sí. Lo tengo . . . Bien . . . Creo que en media hora podré llamarla . . . Hasta luego, gracias.
Carolina cuelga el teléfono y camina hacia el sofá. Su mente teje y desteje inventos para responder a la pregunta que sabe que surgirá:
_¿Quién era?
_No, nada . . . Bueno . . . es sobre algunas de las poesías que mandé . . . Vamos a ver. No es nada seguro todavía . . .
_¿Qué? ¿Vas a publicar? _ dijo Ricardo, entusiasmado.
_No, no. Es otro tipo de proyecto. No te lo voy a contar ahora porque tengo miedo de que todo se arruine. Ya hablamos sobre los proyectos y la mala suerte y los dos opinamos lo mismo, ¿no?
Ricardo y Carolina tienen una cábala, a cerca de las aspiraciones que quieren concretar: hasta que las cosas no están totalmente encaminadas, no comentan nada con nadie. La experiencia les demostró (a pesar de que no son supersticiosos) que cuando empezaban a hablar de sus sueños como si ya se hubiesen concretado, aparecía algún inconveniente fuera de su alcance que abortaba la concreción. Carolina sabe que su novio respetará esa decisión, pues él también es reservado en tales cuestiones.
_Está bien, no pregunto _ contesta él, sonriendo y haciendo un gesto con la mano, indicando que da la cuestión por terminada y que escuchará cuando ella esté dispuesta a contar todo.
De repente, mira el reloj y salta del sillón.
_¡Uy! ¡Mirá la hora que es! En veinte minutos tengo guardia, y todavía me falta pasar  por casa a buscar unas cosas _ contesta Ricardo, al tiempo que manotea afanosamente en su bolsillo las llaves de su coche.
Carolina toma el control remoto, apaga el televisor, y, cuando lo apoya en la mesita junto al sofá, se produce el hallazgo.
_¡Acá están! _ le dice a Ricardo, poniéndole las llaves en la mano.
_¡Gracias!
_¿Cómo, "gracias"? ¿Nada más? _ pregunta  ella, poniendo cara de nenita decepcionada.
Ricardo sonríe, la toma de la cintura y le da un beso. Teniéndola aún abrazada la alza en el aire, la lleva hacia la salida y la besa nuevamente.
_Tengo que irme. No sabés cuánto me gustaría quedarme, corazón, pero . . .
_No te preocupes. ¿Me llamás  mañana? Después de la una estoy de regreso en casa.
_Claro. Y pasado mañana vengo.
Antes de cerrar la puerta, le toca la nariz con el dedo índice y se sonríen.
Carolina va hacia la ventana. Sabe que él, antes de subir al auto, dirigirá una última mirada y no quiere perdérsela. Segundos después, agita la mano, saludándolo. Luego se apoya en el marco de la ventana y juega con el borde de las cortinas, mirando hacia la cocina.
Se dirige a la heladera, extrae una botella de agua mineral y se sirve un vaso. Se sienta en una silla, mirando fijamente el teléfono. Arranca la hojita del anotador, la observa y descuelga el auricular, pero vuelve a colgar. Camina alrededor de la mesa y cavila. Finalmente, otra vez sentada, pero esta vez con las rodillas a la altura del mentón y los pies en la silla, casi se puede ver la velocidad a la que giran sus pensamientos. Toma el auricular y comienza a marcar el número.