lunes, 1 de agosto de 2016

Capítulo XLI


Fin de las vacaciones escolares: otra vez las mochilas, guardapolvos y uniformes invaden las calles. ¡Qué ganas de seguir durmiendo, con tanto frío y el sol que no salió! Pero también el reencuentro y contarse todo lo que se hizo estos quince días. ¡Fuerza para la segunda mitad!
Capítulo XLI

Dos días después, Carolina acompaña a Marta a la terminal de micros, ya que ésta debe regresar a su trabajo. A pesar del tiempo pasado juntas, aún les quedan cosas para conversar.  En una han quedado de acuerdo: debe avisarle a Ricardo que ya ha llegado y que se quedará con sus padres el resto de la semana, para luego regresar al departamento y se encontrarse. Además, ahora tienen un tema nuevo, ya que, Carolina, "casualmente", hizo que se reencontrara con su primo soltero, por quien Marta había sentido algunas cosquillas cuando eran adolescentes. No se veían desde esa época y a Carolina le pareció una buena idea ausentarse un momento de la sala. Resultado: habían intercambiado teléfonos por si él "tenía que ir por algo a la ciudad y se le ocurría pasar a saludarla". Carolina cree que ha podido engañarla, pero las últimas palabras que escucha por la ventanilla son:
_ Y no creas que no sé que trabajaste de Celestina.
Antes de regresar a su casa, Carolina  usa su celular para hablar con Ricardo, ya que prefiere asegurarse privacidad. Su familia no lo hacía con mala intención, pero sabía que, más de una vez, no por entrometerse, sino por ayudar, alguna oreja perdida oía a medias e interpretaba a cuartas, lo que causaba preocupaciones innecesarias.
Ricardo, ansioso, no entiende por qué debe esperar. Él hubiera querido abrazarla en ese mismo momento y que todos los amargos malentendidos volaran al pasado lo más rápido posible, pero Carolina se mantiene calmada y firme. Ya el apresuramiento la ha llevado a angustias y preocupaciones antes: no quiere que le suceda otra vez, aunque la voz de su novio le hace latir aceleradamente el corazón. Finalmente el muchacho transige, entendiendo que presionarla no dará resultados favorables.
Los días restantes de la semana pasan volando, entre las comidas favoritas de Carolina que su madre siempre aprovecha a preparar como una forma de mimarla cuando está en su casa,  las visitas a sus amigas de la niñez, y, los juegos con su sobrino.
A su madre le extraña que haya telefoneado a Juan, que está tan lejos, para darle noticias de su estadía en Argentina, y que, en cambio, no se le haya caído de los labios ni una sola vez ningún "Ricardo". Al principio, teniendo fresca la conversación de aquella noche de desvelo, teme entrometerse en la vida de esa "mujer adulta", aunque le parece que hace poco le ha cambiado los pañales. Poco tiempo y mucho sacrificio le dura este temor. Una hermosa mañana de sol, mientras se ocupan de las plantas, suelta, de la manera más diplomática posible:
_ Y el corazón . . . ¿cómo anda?
A la improvisada jardinera no la toma por asalto la pregunta. Conoce a su madre y, aun más, le extraña que haya podido contenerse tanto.
_ Bueno, mamá, vos sabés . . .con todas estas cosas nuevas que me están pasando, no tuve mucho tiempo de pensar.
__ ¿Pensar? ¿Pensar qué? ¡Ay, a tu generación sí que no la entiendo! Que no se casan porque no saben si van a quererse para siempre . . . que se aman pero no se llevan bien . . .que estaban muy enamorados pero "las cosas no funcionaron" . . . que se separan un tiempo para pensar porque están confundidos, que de repente se despertaron y "se había acabado el amor" o "se encontraron con que estaban casados con un desconocido" o  . . .eso de que no tienen de qué hablar cuando ya no están los hijos . . .eso de . . .
_ Se llama "síndrome del nido vacío", mamá _le aclara Carolina riendo en su interior.
_ ¡Ja! Las cosas que inventan con nombres raros. ¿Cómo no vamos a tener de qué hablar? Contando las veces que tengo que recordarle a tu padre que no raye el piso y que baje el volumen de la radio porque está el partido a todo volumen, y las que él me pregunta dónde están las cosas, ya tenemos, por lo menos, cinco horas al día, sin contar todo lo demás.
_ Eran otros tiempos, mamá. También a veces, las mujeres, con tal de no llevar el estigma de ser separadas, ¡soportaban cada cosa!
_ Algunas, pero no todas. Yo lo que digo es que no éramos tan complicados. Con tu padre, si había alguna diferencia, discutíamos hasta el cansancio: a veces se llegaba a un acuerdo, otras cedía uno, otras, el otro. El problema de ahora es que nadie quiere eso: ceder ni tolerar.
_ Sí, pero tiene que ser de ambos lados.
_ ¿Cómo?
_ Claro, si siempre el que cede es el mismo, no es justo, y, a la larga o a la corta, termina cansándose.
_ Eso es cierto. Pero hay que hablarlo antes, cuando uno se va conociendo.
_ ¿Y es que alguna vez uno termina de conocer al otro?
La madre suspende las tijeras en el aire y la mira, pensativa.
_ No del todo, no del todo. Pero a veces, si se está muy enamorado, no se ven errores muy graves, mejor dicho, no se quieren ver, y después . . . ya es tarde. Por eso yo nunca te eduqué con la esperanza del príncipe azul. Quise que fueras independiente y que no basaras tu vida en el hombre ideal que viniera a rescatarte para darte una vida de ensueño. El hombre ideal no existe. Lo que existe es el hombre adecuado para una. Yo tuve suerte, y lo encontré, y los años de casada que llevo, no los he cargado por costumbre, sino porque lo sigo queriendo y nos cuidamos mutuamente. Ése es el verdadero amor, y no el de los cuentos de hadas. El encantamiento, la atracción física, la nube en que se va flotando, desaparecen cuando la realidad te presenta el primer inconveniente. Lo otro es la verdadera prueba: la educación de los hijos, el estar juntos en la enfermedad, y el deseo de compartir una charla aunque una esté con ruleros y al otro se le vaya cayendo el pelo.
Se han ido tanto por las ramas que Carolina piensa que no tendrá que pasar por la Inquisición. Sin embargo, ella también tiene fresca la conversación de aquella noche y su conciencia le dice que tiene que concederle algunos puntos a su madre.
_ Y… a Ricardo esta separación le afectó bastante, y yo viví tantas cosas que . . . no sé.
Por más que trata de ser sincera, no se atreve a contarle los confusos episodios que le habían dolido tanto, para no preocuparla.
_ ¿Qué pasó? ¿Se pelearon?
_No.
_ Es que como no lo viste antes de venir a casa, ni lo llamaste en estos días . . .
_ ¿Cómo sabés que no lo llamé?
La madre se ríe porque sabe que ha sido atrapada.
_ Bueno, no que yo sepa.
_ Sí, lo llamé. Pero vamos a vernos cuando yo regrese.
 _ Es que . . . ¿se ofendió porque no le dijiste la verdad de por qué te ibas?
Desgraciadamente tenía que seguir mintiendo ¿cómo explicarle que alguien lo había sabido antes que ella?
_No, no es eso _se limitó a contestar
_ Entonces . . .¿conociste alguien en México?
_ ¡Pero, mamá! ¿Cómo se te ocurre?
_ Bueno, yo confío en vos y sé que serías incapaz de dejarte llevar  a actos que pudieran lastimar a Ricardo, o a cualquier persona que te quiere. Pero eso no te hace inmune a sentir algo, aunque luego decidas reprimirlo.
_ No, mamá. Te aseguro que la relación más cercana que hice fue con un amigo.
_ ¿Nada más que amigo?
_ Sí, mamá. Y te aseguro que no existió la más mínima posibilidad de que fuera algo más.
_ Eso no quiere decir nada. Yo fui amiga de tu padre muchos años antes de convertirnos en algo más.
_ Creéme: no va a ser nunca algo más.
_ ¿Y a Ricardo no le habrá pasado algo?
_ Puede ser, mamá. Por eso es que necesitamos tiempo y que vamos a conversar cuando estemos preparados.
_"¡Cuando estemos preparados! ¡Cuando estemos preparados!" No, si es como yo digo, que son complicados. ¿No es mejor preguntarse si se quieren o no? Y si se aman de veras:
¡Para adelante y nada más!
_ ¡Mamá, no empecemos otra vez!
_ Está bien, pero al menos aceptáme un consejo: Yo sé que lo que te está pasando ahora es fascinante y que podés llegar más lejos todavía. Es muy lindo tener una carrera y sentirse realizada. Precisamente, como te dije, por eso te eduqué así. Pero dentro de unos cuantos años, aunque tengas fama, no te falte nada económicamente, o hayas viajado por todo el mundo . . . al girar la llave y abrir una puerta detrás de la cual no hay nadie a quien contarle cómo te fue, vas a preguntarte si hiciste todo lo posible por conservar a quien querías. Y cuando te acuestes, no bastarán las colchas costosas ni las sábanas suaves para abrigarte.







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