¡Y trajo la de plata! ¡Cuánto sufrimiento y qué largo se hizo! Pero impecable. Bueno, mientras seguimos las otras disciplinas que aún están en juego: ¿nos relajamos de tanta tensión leyendo un poco? Aunque para Carolina, al menos al inicio, este episodio no le resulta nada relajante. Aunque ha estado creciendo mucho. Júzguenlo ustedes mismos.
Capítulo XLVIII
En el set de televisión, Carolina no puede manejar
los nervios. Ni bien entra, le presentan a la anfitriona. Desde luego, ahí
están Miguel, Walter y Juancito, que la ha peinado y maquillado, además de
asesorarla en un vestuario sobrio pero distinguido: discute con el maquillador
del programa, para que no modifique su trabajo.
Todos le dan ánimos, diciéndole que luce muy bonita,
que estará perfecta, que todos están nerviosos la primera vez que aparecen en
televisión y que, si sabe manejarlo, eso será hasta simpático para la gente (ya
que el programa es con público en vivo) y para la conductora. Que fuera fresca
y natural, que contestara con naturalidad a todas las preguntas personales que
le hicieran y que su vida sencilla, su pueblo, todo resultaría atractivo y combinaría perfectamente con su personalidad.
Quizás por las recomendaciones, tal vez porque tiene
una habilidad que no ha explorado, en cuanto la entrevista comienza a
desarrollarse, empieza a sentirse más relajada. Sólo cuando las luces muestran
al público, algo le estremece el estómago, pero, aunque tenga sus grandes
diferencias, recuerda cuando daba los discursos en la escuela desde que era
pequeña, y trata de olvidarse de la cámara.
La anfitriona la presenta como una revelación. Le
pregunta sobre su país, su niñez, su constitución familiar, y la felicita por
haber alcanzado una tarea de tal magnitud en una empresa tan exigente. Le pide
adelantos de las canciones, pero ella sabe que sólo puede hablar de
generalidades, ya que la disquera quiere guardar la sorpresa. Sólo da una idea
de la temática: alguna romántica y otra más reflexiva. La sonrisa le fluye muy
fácilmente y su carisma no pasa desapercibido para la conductora, quien,
creyendo que ha llegado a un grado de confianza suficiente, le pregunta.
_Eres joven y muy simpática, Carolina, así que
supongo que gran parte de nuestros televidentes masculinos querrán saber . .
.Ya sabemos que eres soltera, así que . . .¿ Algún novio o . . . totalmente
libre? ¿Alguien te robó el corazón en Argentina, o en este tiempo que estuviste
en México?
Todo tiene un tono muy optimista, pero Carolina no
puede evitar la relación de la palabra ”novio” con “Ricardo” y aún tiene robado el
corazón, pero no en una forma feliz. Las sonrisas y gestos del público le dan
tiempo para recuperarse y oírse decir a sí misma:
_No, no tengo novio.
La conductora, para mantener el tono, continúa:
_Pero . . .nada flotando por allí, siquiera.
Carolina alcanza a ver a Miguel detrás de cámara y responde:
_ Nada en el horizonte.
Todos ríen, lo cual da pie a la conductora a lanzar
un desafío ante las cámaras:
_ ¡Bueno, bueno! ¡Hombres! ¿Qué esperan entonces?
¿Será muy difícil de conquistar?
Mira a Carolina y esta le hace un gesto como
diciendo “puede ser”. El público ríe y aplaude. Este ambiente ayuda a la
anfitriona a preparar la despedida, felicitándola nuevamente, invitándola a ver
todas las bellezas de México y reiterándole su ansiedad ante la aparición del
nuevo CD de Miguel.
Se retira con los aplausos, y, detrás de cámara, el
primero en atraparla es Juan:
_ ¡Di-vi-na! ¡Estuviste divina! ¿No te diste cuenta
de la buena onda que te tiraba la conductora? ¡Te pusiste a todo el público en
el bolsillo. Tan sencilla, pero natural y desenvuelta! _ la abraza y le da un
beso.
Walter y Miguel le tienen un ramo de azucenas, que
se juntan con las rosas que le ha regalado la producción del programa. En el
corte, la conductora vuelve a saludarla y le dice que estuvo excelente para ser
la primera vez.
Cuando salen, para su sorpresa, está la limusina. Le
tienen una sorpresa.
_ ¿Vos qué creías?
_ le pregunta Juancito _ ¿Que la noche iba a terminar aquí?
_No, no, no _asevera Walter
mientras los cuatro suben.
_ Al restorán, donde hay unos pocos amigos, los más
cercanos de la empresa, a celebrar tu primera presentación en televisión.
“Ojalá hubieran podido ver el programa en casa”
piensa Carolina. Así que antes de ir a la celebración, llama por teléfono a su
casa, donde, concordando con sus pronósticos, su madre llora de emoción todo el
tiempo. Juancito le dice que ha dejado programada la videograbadora, y Carolina
le da la buena noticia a su madre: se la enviará y podrá verla.
En el restorán, todos disfrutan mucho la ocasión:
con su humildad y generosidad, Carolina ha despertado aprecio en todos los
corazones que la han conocido, aunque no es del ambiente, y de que no ha
transcurrido tanto tiempo desde que esa extranjera menuda irrumpió en la vida
de la empresa. Todos le hacen preguntas. Juancito bromea con pedirle autógrafos
y ella cuenta todo lo que puede. No se emborracha, pero algunos vapores
etílicos le crean una nube de sutil alegría que la hace sonreír todo el tiempo.
Trata de rebobinar su diálogo televisivo y no recuerda algunas instancias, pero
cree haber hablado en forma relajada y clara, y se siente aliviada: no se le
rasgó el vestido, ni volcó nada, ni se cayó, como en la peor de sus fantasías.
Miguel es el que menos se dirige a ella: la ve
sonreír mientras todos le muestran la alegría que sienten por ella y quiere
dejarla disfrutar. Él ha sido famoso casi desde que tiene memoria, pero
entiende lo que debe de ser para alguien como ella, vivir de un trabajo
anónimo, conocida sólo por la familia y por los amigos, y, de repente, una
cámara, periodistas . . . Así que la mira asomándose a esa nueva vida.
Walter observa esta situación y le extraña que su
amigo esté alejado, siendo parte tan importante de todo. Luego se da cuenta de
que Miguel no dialoga pero observa, no deja de observar, y hasta le descubre
una línea de felicidad bonachona en los labios. No puede desaprovechar la
ocasión, así que se le acerca para decirle al oído:
_Encantadora de todas las formas posibles, ¿no?
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