sábado, 13 de agosto de 2016


Primer día de un fin de semana largo. Algunos habrán podido viajar, otros descansarán en su ciudad o recorrerán su jardín para observar sus plantitas, o el cielo por la ventana de su departamento. Pero en algún momento del día, quizás tengan ganas de viajar en las alas de las palabras. Aquí están: ¿subimos?

Capítulo XLVI

 Por suerte para Miguel, cuando llega es un poco tarde.Raro en él, pero justificado por la espera del efecto de la aspirina. Así ya encuentra a Carolina trabajando y no puede tener un intercambio verbal: basta con un contacto visual y una agitación de manos desde la cabina. Pero . . . ¡Qué chispa! Habla más que las palabras. Ese rayo pregunta: “¿Qué pasó anoche?”
Y hay más: Walter está con él en la cabina, y Juan, por el estado de su amiga, había decidido acompañarla, así que otros cuatro ojos decían: “Sabemos lo que pasó anoche”.
_ Tenemos que hacer los arreglos con Carolina por la entrevista de mañana._ comienza Miguel.
_ ¿Qué? _ responde su amigo, sorprendido_ ¿Eso es lo primero que se te ocurre decir después de . . .?
_ ¡Ah! ¡”Después de, después de”! ¡Ya sabía yo que no me lo ibas a perdonar ni un segundo!
Walter guarda silencio un minuto como queriendo contener un impulso, pero, en vista de que ese tiempo no le sirve, decide hacer caso a su instinto y, bastante enojado (cosa que es extraña en él, especialmente con Miguel), lo toma de un brazo, lo saca de allí y lo lleva a la oficina, donde entra, ante los asombrados ojos de la secretaria, casi arrastrado por su amigo y mudo de admiración.
Lo sienta en el sillón del visitante y él se acomoda en el de Miguel. Este, mientras tanto, no intenta enojarse siquiera, porque lo conoce demasiado y sabe que cuando Walter tiene esa mirada, es mejor no decir palabra, así que se apresta a escuchar.
_ Vamos a ver _ comienza el arrebatado agente, entrelazando las manos y haciendo girar uno sobre otro los pulgares, lo cual es señal de que le queda poca paciencia _¿Yo soñé, o a la madrugada apareciste medio ebrio en mi apartamento contándome que habías besado a Carolina?
Ante el silencio de su amigo, Walter se acerca y le sacude un hombro, como para despertarlo:
_ ¡Eh! ¿Fue un sueño o tú estuviste allí?
Algo malhumorado pero resignado, el interrogado asiente:
_ Sabes que sí, que fue así.
_ No, no, no. _ se para y comienza a dar vueltas por el cuarto rascándose la cabeza. No me digas que lo sé, porque después de aquella noche de Cenicienta, de la reunión de los tres en tu apartamento, del acercamiento fortuito en tu oficina, de la escena de la mañana del regreso y de lo que ocurrió anoche, ya no sé nada de nada. Y después me dices, muy fresco, que hay que prepararla para una entrevista que ni sabe que tendrá.
_ ¿Y cómo quieres que la enfrente si ni yo mismo sé qué es todo esto?
_ ¡Ahí está! ¿Ves?
_ ¿De qué estás hablando?
_ Varias veces te dije que no soy un experto en cuestiones del corazón, y por su complejidad mis relaciones siempre fueron fugaces, pero hay cosas que hasta yo puedo ver claras. _ le lanza una mirada punzante, como para sacar a relucir el alma que allí, turbulenta, se esconde_ ¿Por qué no lo admites de una vez?
_ ¿Qué?
_ ¡Vamos! Te conozco desde que eras un niño, Miguel. Sabes a qué me refiero. ¿Desde cuándo te preocupas por el beso de una mujer?
_ ¿De qué estás hablando, por el amor de Dios?
_Tú eres el que debe hablar por el amor de Dios _ apoya, exaltado, las manos en los brazos del sillón donde está su protegido _ ¡Admítelo de una vez! ¡Admítelo y sólo desde allí podrás pensar en cómo lo resuelves!
Miguel está por preguntar “¿Admitir qué?”, pero sabe que no puede hacerlo con Walter. Él sabe. ÉL ya lo sabe. Sin embargo, su amigo no le tiene piedad, como quien da una medicina, aunque sea amarga.
_ ¡Quiero escucharlo! Pero sobre todo para que tú te escuches decirlo. Deja de engañarte y sé fiel a lo que sientes. Dilo, dilo de una vez. ¡Di que estás loco por ella!
Entonces es Miguel el que se pone de pie:
_ ¡ Loco por Carolina! ¿Pero qué estás diciendo, hombre? ¿Ahora tú vas a decirme lo que significa un beso? ¿No lo estás sobrevalorando? Porque si los tuyos valieron tanto, entonces habría aquí una fila de mujeres exigiéndote casamiento.
Se vuelve a sentar, tomándose las sienes con las manos, pero su amigo no desiste:
_ Está bien: no te digo que declares amor a los cuatro vientos, o que te prepares para una pasión de novela, pero date un espacio para admitir que te tiene al menos impresionado, y que al poco tiempo de que llegó capturó tu atención, y no en la forma en que otras mujeres lo habían hecho. Puede ser que aún no puedas rotularlo, pero dame la razón en algo, o terminarás loco por no sacar a la luz que algo te sucede y que desde que ella está no has mirado a otra.
Miguel no puede fingir más, y, sin apartar sus manos, sacude la cabeza, para luego dejar caer los puños cerrados sobre la mesa.
_ Impresionado, sí, impresionado _ admite al fin _y no sé por qué lo estoy más: por lo que ella es, o por el efecto que ha causado en mí.
Walter, apiadado por su tono de voz, se sienta a escucharlo y respeta su silencio, después del cual, Miguel rompe con una insólita pregunta:
_ ¿Cómo puede ser que me importe si al final del día tiene cara de agotada o no? ¿Por qué me late el corazón cada vez que, aun llena de trabajo, se toma el trabajo de servir algo a cualquiera en el estudio y se lo alcanza con una sonrisa?
Su amigo ha descubierto algo más profundo de lo que imaginaba.
A la hora del almuerzo, le toca el turno a Juancito de hablar con la otra parte: ella tampoco piensa mencionar nada si él no lo trae a colación, a pesar de que su amigo trata de convencerla.
_ Pero, Carolina, no podés hacer de cuenta que no ha pasado nada. De alguna manera tenés que enfrentarlo.
_Si tan importante fue para él, hablará primero; si no, será la forma de darme cuenta de que ha sido un impulso del cual no quiere volver a saber nada y me voy a sentir más aliviada, porque podremos seguir como antes, ahorrándonos un momento embarazoso.
_ ¿Seguir como antes? _ sin saberlo, Juan tiene la misma opinión que el agente_ ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿Que no pasó nada? ¿Hasta cuándo? Ya han pasado varios “momentos” entre ustedes. Yo no sé lo que eso signifique, pero creo que tienen que descifrarlo entre ustedes, y tomar una resolución. Aunque sea seguir como hasta ahora, pero conversándolo: a lo mejor escuchando al otro, pueden darse cuenta de lo que pasa con cada uno. Pero dejarlo así . . .no es la forma, Carolina. No vas a poder escapar de esto mucho tiempo más: no va a desaparecer. Si no tomás vos al toro por las astas, el problema es el que te va a atrapar a vos.
_ Pero . . . _ comienza Carolina, aunque no sabe bien qué es lo que va a decir. La salva la campana, o, mejor dicho, el toque de puerta:
_ ¿Sí? _ dicen los dos, y aparece la cabeza de Miguel.
_Perdonen: Carolina, perdona que interrumpa tu descanso, pero necesitaría hablar contigo unos minutos: ¿me permites?
A ella le da una puntada en el estómago, y mientras se dirigen a la oficina, va rogando: “Que no sea sobre lo de anoche, Dios mío, que lo haya olvidado por completo”
Cuando llegan a la oficina, se tranquiliza porque está Walter. No hablaría de algo tan personal delante de él.
Pasando el primer momento de tirantez en el ambiente, le explican que Natalia Ortiz, la conductora más famosa de un show por televisión quiere entrevistarla. A la sorpresa le sigue la negativa, y hasta argumentos contractuales para no ir. A pesar de eso, y al terror de Carolina ante los medios, logran convencerla haciéndola pensar en que será una buena promoción para los nuevos temas.
A cada “Pero yo no puedo . . .” de la chica, ellos le levantan la autoestima recordándole que su personalidad le ha ganado el aprecio de todos en la oficina, que se ha manejado muy bien en la fiesta y que la conductora ya sabría bastante de ella por lo aparecido en los periódicos. Además, no es una persona agresiva o intolerante, sino simpática, y sabría comprender su falta de experiencia ante las cámaras, sin aprovecharse de eso.
Cuando le dicen que es en dos días, la cara de ella se congela, pero también la tranquilizan con respecto a eso: ¿Para qué están ellos y Juan, sino para orientarla?
Carolina sabía que saldría confundida de esa oficina, pero no imaginó que esas serían las razones. Tampoco serían las palabras que Juancito esperaba, comiéndose las uñas, en su lugar de encuentro.




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