Aquí vamos con el ¡treinta y uno! a ver si nos enganchamos con la historia de nuevo.
Capítulo
XXXI
Al día siguiente, Carolina se presenta a trabajar con anteojos oscuros y
una terrible resaca.
Se encuentra con una nueva secretaria (una señora mayor, seria pero muy
amable, llamada Delia), a las nueve en punto, y se presenta. Enseguida le sale
al paso Juan, quien la lleva de un brazo a su oficina, a pesar de los reclamos
de la chica:
_ Pero, es que Miguel, y los músicos… ellos me esperan…
_Delia, por favor, si preguntan
por la señorita les dice que está conmigo _se vuelve a ella _No te preocupes, nadie llegó todavía. Parece que ayer
tuvieron mucho que resolver.
Una vez en la seguridad de su " cuchitril", le pide que se
quite los lentes.
_Iba a preguntarte cómo estabas, pero con esos ojos hinchados, creo que
sobran los interrogantes _ le dice, mientras le alcanza un analgésico y le
ofrece:
_ ¿Agua o café?
_Cianuro _responde Carolina, escondiendo la cara entre los brazos
cruzados, apoyados en el tocador.
_Mmm… no tengo. Además, no sirve para el dolor que te debe de estar
partiendo la cabeza.
_ ¿Y para el de corazón?
_Menos, mi vida, menos. Para el corazón partido las medicinas son:
salidas, hacer catarsis con los amigos sinceros, distracción, levantar la auto
estima y . . . tiempo, sobre todo… tiempo, querida.
Carolina había ahogado sus penas entre margaritas y lágrimas con sus dos
nuevos y leales amigos hasta las tres de la madrugada en su hotel.
_ Yo . . . yo tengo en parte la culpa. Me vine así como así, con una
mentira. ¿Por qué no se lo conté? Después de todo, él siempre me entusiasmó a
arriesgarme a cosas nuevas. Y me tuvo mucha paciencia. ¡Cuántas veces iba al
departamento y tenía que pasarse horas viendo la televisión porque yo me
sentaba haciendo y corrigiendo versos! Quizás tenía cosas para contarme, y yo
¡tan ocupada! _ se había lamentado, entre sorbo y sorbo, sentada en la
alfombra, dejando que Aurora le pasara el pañuelo ya empapado, por los ojos.
_ ¡Ah, no, no, no! _ se había enojado Juancito _ Entiendo que lo quieras
mucho, y yo ni siquiera lo conozco, así que no puedo prejuzgar, pero no
tergiversemos las cosas.
_ Tiene razón Juan, Carolina: la culpa no es del engañado, sino del que
engaña. Suponiendo que él no estuviera a gusto, o se sintiera relegado, tú no
le pusiste un arma en la sien para que se quedara contigo _ agregó Aurora.
_ ¡Y mucho menos para que fuera corriendo a los brazos de otra! Además
_seguía él, tomándole las manos cuando lograba sacarle el vaso_ A mí,
sinceramente . . . hay algo en todo este asunto que no me cierra. Creo que te
estás alarmando demasiado por algo que no es seguro.
Carolina, enojada, había intentado pararse con rapidez, pero su poca
experiencia con el alcohol la había hecho desistir y por un mareo, debió apoyar
los codos sobre la cama para poder hacerlo (con muy poca elegancia y dignidad,
desde luego).
_ ¿Sseguro? ¿Se - sse - guro? _ tartamudeaba con absurdo autoritarismo
tambaleándose_ ¿Qué más pruebas necesito? Una
mujer hermosa que siempre estuvo al acecho, en la casa de mi novio, mientras él
se baña y, aparentemente, ya instalada.
_Ahí esta la palabra clave, querida: a- pa - ren- te- men- te.
_ Pero . . . ¿qué querés, Juan? ¿Que me quede feliz y contenta, como si
nada? ¿Que lo llame y lo salude: "hola, mi cielo, cómo estás"?
_discute, buscando la botella de tequila que Juan ha escondido _Mejor pido otro
margarita al servicio . . . ¡Já! . . .¡Lo único que me faltaba: ya ni el
teléfono encuentro!
_Mejor _ le dice Aurora _ Así no bebes más, niña. No tienes costumbre y
mañana sufrirás las consecuencias.
_Tampoco tenía por costumbre que me pusieran cuernos, Aurora, y, ya lo
ves, a todo se adapta una . . .
_Carolina, Carolina, vamos . .
_la toma su amigo por los hombros _ No pretendo que estés feliz, y no
creas que no te comprendo. Todos hemos pasado por esta situación alguna vez _
Aurora asiente con la cabeza, con cara de experiencia. _ Lo que quiero decir es
que no sufras ni más ni antes de lo estrictamente necesario. Ahora estás
obnubilada, no puedes decidir nada, pero muchas veces no son lo que parecen.
_Es cierto _dice Aurora _ quién sabe si las cosas son como esa mujer las
cuenta. Ya verás que hay varios caminos: puedes hablar con él, o escribirle…pero
no tomar las cosas desde ya como juzgadas.
_ Y si lo consideras necesario, y realmente lo amas pues… te subes a un
avión y constatas por ti misma si has perdido a tu hombre o aún puedes
recuperarlo, que no está vencido quien pelea, caramba.
_Es que quizás él no quiera ser recuperado.
_Pues peor para él, que se lo pierde: pero le cantás las cuarenta y te
volvés con la frente bien alta, que ninguno de los dos se las saque de arriba.
Así habían conseguido que se acostara, aunque con algún que otro
rezongo, pero, sobre todo con la idea de "Mañana es otro día". Aunque
el "otro día" eran unas horas.
Carolina tiene las imágenes de esa madrugada en su retina, junto con los
puntos rojos que se le aparecen en el aire al levantar la cabeza para recibir
un jugo de tomates y el analgésico que Juan le sirve.
Apenas ha tomado dos sorbos, cuando oye las voces de Walter y Miguel en
el pasillo. Luego la de este va escuchándose
más cerca y unos nudillos tamborillean en la puerta.
_ ¿Sí? _ acepta Juan.
Aparece la cara del cantante:
_ Buenos días. Disculpen, pero me dijeron que estabas aquí y necesito
hablar contigo un segundo: ¿Puedes?
Miguel hace un gesto invitándola a salir para dirigirse a su oficina y
Carolina se levanta, lanzando una plegaria para que su rostro no delate su
estado de ánimo.
En la oficina, el cantante le reitera las disculpas que le había
ofrecido por teléfono y le dice que se siente en deuda con ella. Después de
eso, Carolina va relacionando en su mente las palabras: "esta noche",
"cena sencilla en mi apartamento", "Walter, tú y yo". Ella
contesta que no es necesario, que no desea que se sienta en un compromiso, que
quizás terminen muy cansados de trabajar. . . Finalmente queda en darle una
respuesta antes de finalizar la jornada.
Su primera reacción es, desde luego, ir a contárselo a Juan, quien tiene
una reacción muy clara: Si el disgusto con su novio la noche anterior, o su
complejo de "patito feo", la hacen esbozar un "No", él no
se lo perdonará jamás, y, peor aún, le asegura que ella misma será quien lo
lamentará.
_ Pero . . . es que yo no tengo ningún interés romántico en él, Juan.
Juan ríe:
_ Querida, querida . . .ya te lo dije una vez: Miguel puede tener a las
mujeres que quiera, pero sabe comportarse con las que respeta. ¿No te das
cuenta? A mi me encantó transformarte en Cenicienta, pero no es eso lo que él
está viendo ahora (aunque tendría que estar ciego para no notarlo), lo que le
está interesando de ti es tu talento, principalmente, tu simpatía, tu modestia
y tu sinceridad, en un mundo donde la apariencia es moneda corriente. Además,
no estarán solos, ya te dijo que va a ir su representante. No pierdas la
oportunidad de conocerlos en
profundidad. Son dos hombres valiosos y a ellos también les hará bien
conocerte más. Y, desde luego, una forma muy caballerosa de que te sientas
mejor o te
saques cualquier duda después del episodio de
la fiesta. Como beneficio extra, será una noche que no te pases llorando por
cosas que no sabes si son ciertas o no. Creéme: un poco de distracción, buenos
amigos y trabajo duro y creativo, son el mejor bálsamo.
Una hora después, cuando llega Walter, recibe un saludo muy particular
de Miguel:
_ Esta noche cenaremos tú y yo con Carolina en casa.
En medio de su estupor, el representante alcanza a decir con una
sonrisa:
_ ¿Qué te parece si finjo que me enfermo a último momento para no ir y
dejarlos solos?
_ ¡Te lo prohibo!
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