martes, 5 de julio de 2016

¡ Y llegamos al XXXIII !

Capítulo XXXIII

A la mañana siguiente, Carolina llega a la oficina antes que sus contertulios y está entretenida conversando con Delia, cuando Juan sale del ascensor y casi la desprende del mostrador, con mirada ansiosa, para llevársela.
Desde luego, le exige un relato con pelos y señales de la visita. Como la nota bastante animada, no inquiere noticias de su novio. Sin embargo, la vigila todo el día para evitar que cualquier sombra amenace la felicidad de los momentos que está viviendo. Hay otra cosa que preocupa a Juan: ¿cuánto tiempo tolerará Néstor esta intromisión? Nélida, la única que podía unirse a él en una cruzada para hacerle su estancia imposible, no está, y los demás parecen encantados con la rara combinación de talento y modestia de Carolina. También está al tanto de que le han encargado la tarea de ayudarla a buscar apartamento, pero no será problema, ya que en su condominio se rentan dos.
Carolina, mientras tanto, está más tranquila. Néstor, que antes le había demostrado tanto desprecio, parece haber cambiado, quizás no de opinión, pero al menos de actitud. Imagina que ha mediado una charla con Miguel. Además, aunque trata de mantenerse al margen de los chismes, sabe que algo sucede con la esposa. Ella también le muestra consideración y acepta todas sus sugerencias, no sólo porque intuye que es un hombre capaz de cualquier cosa con tal de conseguir lo que se propone, sino porque sabe que la han recibido muy bien, pero pasará un tiempo antes de que deje de ser "la nueva" y, diplomáticamente, de nada útil le sería un enemigo.
Trabajan mucho, apenas con un receso para almorzar frugalmente sin salir del estudio. Jorge Díaz y Carolina salen últimos. Miguel la alcanza y le pide disculpas porque al hacerla trabajar tanto, no tendrá tiempo de ver lugares donde alojarse. Carolina lo excusa diciéndole que no se cansará nunca de los mimos del hotel. Interiormente, a ella la halaga que se ocupe tanto de sus necesidades.
Juan ya le tiene un café preparado, pero la chica se dispensa explicándole que no ve la hora de llegar a la habitación, bañarse, meterse entre las sábanas y ver alguna película vieja en televisión hasta que sus ojos se cierren. Juancito le propone otro plan mejor:
_ Ya que no pudimos ir a ver apartamento, al menos salgamos un rato.
_ ¿Qué? ¿Con esta facha? _ se señala de arriba abajo, mostrando las huellas que el trabajo ha dejado en su arrugado vestido y, sobre todo, en su rostro.
_ Está bien, te propongo otra cosa: vamos a mi apartamento. Allí se rentan otros iguales. Puedes darte una ducha, cenar, charlaremos, inclusive quedarte hasta mañana. Te prometo que nos dormiremos temprano, y así, si te agrada, hablaremos con el encargado. Es más: le diré a Aurora que se nos una.
En realidad, lo que teme Juan es que su amiga aproveche la película vieja para derramar lágrimas y no para hundirse en la almohada. Carolina intuye esto, y reconoce que no está del todo equivocado, así que acepta. Sin embargo, no pueden eludir el tema, así que cuando suben al auto de Juan, a ella se le escapa:
_ Al menos podría haber devuelto la llamada.
_ ¿Le diste un número?
_ Bueno . . .no exactamente . . .
     _ ¿Y el nombre del hotel?
_ No. Pensaba hacerlo cuando volviera a llamarlo y cuando me encontré con semejante sorpresa . . .
Juan ríe:
_ ¿Y entonces qué pretendés?
_Pudo haber averiguado.
_ ¿Y pensás que, con la cantidad de admiradoras de Miguel, se trata de buscar en la guía telefónica y listo?
 Hacen el resto del viaje, que es corto, en silencio. Cuando llegan al condominio, Aurora ya está esperándolos y comienzan a bajar comida que ella ha traído en su auto.
A Carolina le gusta el lugar: no es muy lujoso, pero lo suficiente para no carecer de piscina. Es tranquilo, a pesar de que (desde luego, con especial elección de Juan) abundan los solteros. Otra cosa en la que él se ha fijado especialmente, es en que no se trata de gente del espectáculo:
_ Ya viste que no son mala gente, como supone la mayoría; pero, por las dudas, con trabajar con ellos, suficiente _ le había explicado.
Mientras Carolina se ducha y Aurora prepara la mesa, Juan se dirige al teléfono. Desde el otro lado, una recepcionista de hotel lo atiende con acento monótono.
_ ¿Algún mensaje para la señorita Carolina Duprat?
La respuesta es negativa.
Juan cuelga, mira con desilusión a Aurora y va hacia la puerta de su habitación.
_ Sobre la cama hay una remera de algodón limpia. Era de un ex novio mío. Te va a quedar un poco grande _ se vuelve a Aurora_ siempre me gustaron de espaldas más bien anchas. Pero no te preocupes; con nosotros no cuenta la elegancia, lo importante es que estés cómoda.
_ ¿Entonces puedo ponerme estas ojotas? _ se oye del otro lado.
_ ¡Claro!
Como Aurora mira a su amigo con desconcierto, él le aclara:
_ Como pantuflas, pero con una traba después del dedo gordo.
Aurora se disculpa por no haberle traído ropa femenina, pero no sabía que se quedaría a dormir.
Cenan relativamente rápido, agradecen  a Aurora por la cena que ella misma había preparado (siempre tenía algo guardado en el feezer) y la despiden.
Al día siguiente Juan acomoda el futón donde ha dormido cuando Carolina, soñolienta, aparece y, apenas da los buenos días cuando le transmite su preocupación a Juan:
_ ¿Qué me voy a poner?
_ ¡Ah, no, mi amor, yo no soy de esos! Tengo preferencias diferentes, pero no vestidos de mujer. Y mis jeans . . . _se mira las caderas y luego las de Carolina_ deben de ser tres talles más que el tuyo. ¡Cómo te odio! Sanamente, mi vida, desde luego. Ponéte lo mismo que ayer.
_ Pero eso . . . ¿no queda mal? _ pregunta ella mientras recibe un café y una tostada_ encima de que debo de tener fama de "la pobrecita que cayó en paracaídas", van a creer que no tengo qué ponerme.
_ ¡Otra vez con tus complejos! Si yo tuviera la mitad de tu talento, hace rato que hubiera dejado esa actitud. Y te sorprendería saber cuántos llegan con la ropa del día anterior, y no precisamente por haber dormido en casa de un amigo. O, bueno, en realidad,precisamente por eso, ¡ja, ja!
_ Te entiendo. ¿Y si pasamos un minuto por el hotel?
_ Es que estamos un poco sobre la hora _ contesta Juan, consultando su reloj, pero más preocupado porque su amiga pregunte a la recepcionista lo mismo que él la noche anterior que por el trabajo.
_ Es cierto. Y me doy cuenta de que no nos queda precisamente de paso. Mejor, alcanzáme una plancha.
Juan se la da y va hacia la administración para explicarle el interés potencial de su amiga. El encargado se extiende en explicaciones más de lo que el estilista querría, así que cuando regresa al apartamento, salen, con el propósito de hablarlo al día siguiente, después de dar un vistazo a otros lugares.
Llegan a la oficina: el ambiente se nota cada vez más cargado de fechas de presentación. Miguel recibe a Carolina y le hace una propuesta:
_ Habrá que seguir esforzándose, pero no me olvido de la promesa que te hice y no cumplí. Así que se nos ocurrió una idea. Tendremos más tiempo para el almuerzo, que podrás aprovechar al menos para un vago asesoramiento sobre tu residencia . . .
_ No te preocupes.
_ Debo preocuparme. Tu comodidad es parte de mis responsabilidades. Pero, eso sí (y aquí viene la parte desagradable) después de ese descanso, que quizás se extienda hasta las siete de la tarde, trabajaremos hasta la madrugada. ¿Conforme? No contestes por compromiso, por favor.
_ Sí.
Miguel sonríe satisfecho y, con los mensajes que le ha entregado Delia, entra a su oficina, donde  ya lo está esperando Walter.
_ Antes de que digas una palabra, ya lo sé: tenemos un día terrible, pero lo que arreglamos anoche antes de irnos, puede funcionar. Bueno, lo hemos hecho otras veces.
_ Sí _ responde Walter_ Cada vez que Néstor estaba sobrio.
Cuando Miguel le dirige una mirada de "no de nuevo" por sobre las notas que sigue leyendo, Walter considera que  es razonable no seguir con el tema, y da un giro hábil, pero no tanto como para la inteligencia de su interlocutor:
_ Le temo un poco a la presión que está recayendo sobre Carolina, pero confío en su talento.  Y no es sólo eso: se nota que le gusta lo que hace. Está haciendo algo tan diferente, lejos de su país y de su ambiente . . .A veces se le nota el cansancio en la mirada, pero pide una limonada o agua mineral, hace una inspiración profunda y continúa. Eso es propio de los que están enamorados de su don. Creo que desde . . . ti, no había vuelto a ver esa combinación.
__ Mmm . . . _ contesta el cantante sin apartar su vista de los papeles, pero consciente de que no ha perdido una palabra.
_ El carácter también la ayuda: ¿no has notado con qué amabilidad pide todo? Nunca tiene un gesto de descontento, aunque esté extenuada, y cuando se la halaga por algo bien hecho por poco y se sonroja. La he visto ofrecer refrescos a los músicos cuando sale un minuto, ponderar sus ajustes y agradecer las sugerencias a su trabajo. ¿Lo notaste?
Esta vez el cantante tiene la cabeza casi sumergida en la agenda:
_ Algo . . . sí . . . creo . . .
La indiferencia de Miguel es una simulación: la observa ir y venir con los vasos, que lo impacta la sonrisa que le dirige cuando le ofrece algo, que su modestia les está haciendo a todos el trabajo más llevadero.
Walter no puede más: un pequeño gusto, aunque sea, ya que tendrán una jornada tan extenuante.
_ ¿Notaste que hoy llevaba el mismo vestido que ayer?
Miguel lo ha notado, pero advertido por la broma de días pasados, no cae en la trampa.
_ Sinceramente, no.
_ Es extraño. Es una joven muy cuidadosa, y aún no hemos conseguido convencerla de que no la valoramos por lo externo. ¿Una noche apasionada, quizás?
A Miguel se le cruzan miles de respuestas por la cabeza: "¡No es de esas!", "¡Si se fue con Juancito!", " Pero . . .¿a quién pude haber conocido aquí en tan poco tiempo? ", pero se muerde la lengua antes de demostrar algún interés.
_ Es su vida privada.
_ Nadie lo discute, pero . . .vamos . . ¿no te da un poco de curiosidad?
_ Ni un poco. Además, no te olvides, Walter: no viene de una familia acomodada ni de una profesión bien paga. Tal vez no haya traído mucha ropa._ se interrumpe_ ¡Eso es! Pensamos en el hotel, el transporte . . .¡Un adelanto! ¡Eso es lo que debe de necesitar ahora! ¿Cómo pudimos pasarlo por alto?
Walter se palmea la cabeza y acuerdan dárselo ese mismo día.
Antes de salir de la oficina hacia el estudio, Walter no puede con su genio:
_ ¿De veras no te intriga ni un tantito?
_ ¡Por Dios, pareces mujer por lo chismosa! Ya te lo dije: es una colaboradora, nada más.
_No es eso lo que le dimos a entender en la cena de la otra noche.
_De acuerdo, pero eso no nos da ciertos derechos.
_ ¿Y si Juan le presentó a alguien, o la invitó algún músico? Es bonita, simpática, quizás se sienta sola . . . Conozco muchos hombres que estarían encantados de su compañía.
Miguel suspira para no contestar, pero, muy a su pesar, ese día está atento a cualquier roce de mano, a una sonrisa sugerente, a cualquier actitud que le provoque la imaginación: Carolina en los brazos de un hombre.
Cuando salen a mediodía, Carolina le ruega a Juan que la deje en el hotel para descansar una hora, antes de buscar apartamento. La chica duerme profundamente hasta que le avisan que Juan ha llegado. Se cambia con rapidez y sale.
La recepcionista no le da ningún mensaje, porque el hombre que llamó de Argentina, dejó expresa indicación de no ser siquiera mencionado.
Después de la llamada telefónica con su novia, Ricardo había quedado confundido, pero se había aferrado a la esperanza de la llamada siguiente y de la carta. Frustradas ambas, la confusión se había transformado en preocupación, acrecentada, desde luego con el hecho de que su astuta compañera de trabajo no le había mencionado que Carolina había tratado de ubicarlo en el departamento.
Usando la deducción y conociendo tanto a su novia como  Marta, imaginó que aquella habría sido incapaz de estar tan lejos sin dar (tan pronto las circunstancias lo permitieran) algún dato para ubicarla en casos de emergencia (sobretodo por sus padres) y que esta sería la depositaria de tal confidencia. Sin más, se reunió con la amiga. Marta, al ver que el enamorado ya sabía toda la verdad, no vio motivo para prolongar su agonía y le dio los datos del hotel.
La noche que Carolina pasó en casa de Juan, Ricardo hizo su primera llamada a México, mucho más tarde de la averiguación que aquel había intentado. A la mañana siguiente  llamó a temprana hora mexicana, seguro de que la encontraría antes de que ella saliera. Como insistió, la recepcionista le aclaró que la señorita que buscaba no había pasado la noche allí.

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