sábado, 9 de julio de 2016

Y va el XXXV también


Y por si los entusiasmó el XXXIV y es un día con más tiempo libre, uno más

Capítulo XXXV

Carolina y Juan han recorrido varios lugares de la ciudad, pero, como siempre, el afecto puede más en ella que cualquier conveniencia de lujo o ubicación cómoda con respecto al estudio, así que, mientras toman una rápida merienda antes del trabajo, le dice a su "asesor inmobiliario" que se quedará con la propuesta original y será su vecina. Las demostraciones de felicidad de Juan no se hacen rogar, así que, sin que les importen las miradas ajenas, se abrazan y besan.
_ ¡Cómo vamos a divertirnos! _ estalla él _ Chusmearemos sobre la oficina, intercambiaremos recetas de cocina. Como dicen aquí, será chévere. ¡Y tengo tantos amigos para presentarte! Esta misma noche podríamos dar una fiesta, lástima que tenés que trabajar.
_ Pero, Juan, no te olvides de que no voy a estar aquí para siempre. Alguna vez mi trabajo terminará y . . .
_ ¡Ay, mi amor, mi amor! Mejor aprendélo ahora, de alguien que te lo dice por experiencia, o dáte cuenta más adelante, cuando quizás sea muy tarde: viví el presente, disfrutálo. No trates de adelantarte al futuro. Ese te alcanza cuando menos lo esperás, para bien o para mal.
_ Está bien _ dice Carolina y mira el reloj _Y ya que hablamos de presente, mejor me voy al hotel a ducharme y cambiarme de ropa o llego tarde.
_ Te alcanzo y después voy a casa de Aurora a darle la buena noticia.
Carolina llega a la puerta del ascensor rogando que la inspiración la siga iluminando y una voz conocida la sorprende por sobre el hombro:
_ ¡Qué puntual! Bueno. . . como siempre.
Carolina ve a Miguel y responde a su frase mitad saludo, mitad cumplido, con una sonrisa.
_ ¿Descansaste? _ pregunta él, sabiendo que está más interesado en su cambio de vestuario por la broma de Walter que por la respuesta.
_Sí. Y hasta tuve tiempo de ver  posibles  "hogares provisorios con Juancito".
Suben al ascensor  y la perspicacia de Miguel no se hace esperar:
_ ¿Y escogiste el vecindario de él, verdad?
_ ¡Sí! ¿Cómo sabías?
Miguel ríe:
_Lo conozco lo suficiente.
_ Pero te aseguro que no me presionó para nada.
_ Desde luego que no. No me refería a eso al decir que lo conozco, sino a que sabía que te ayudaría a decidir lo mejor para ti.
_ Así que . . . ¿estás de acuerdo?
_¡ Por supuesto! _ exclama Miguel, con un entusiasmo mayor del que quisiera demostrar.
Al llegar al piso, él le hace señas para que ingrese a su oficina, siguiendo la conversación con el objetivo de que su respuesta se aleje del plano personal.
_ Es decir . . . ya habíamos hablado  de esto, pero, a riesgo de ser repetitivo: quiero… queremos que te sientas parte de una familia. Por eso me parece magnífico que fuera de las horas de trabajo estés con alguno de nosotros.  No será lo mismo que estar en tu país, pero quizás te ayude a extrañar un poco menos.
_Gracias.
Carolina se siente intimidada por ese hombre, a pesar de que se da cuenta de que él hace todo lo posible porque no se sienta así. Por eso, aunque le ha ofrecido asiento, ella se ha puesto a observar las plantas de interior. Él continúa creando más acercamiento:
_Nunca te lo pregunté: tal vez porque la respuesta es obvia, quizás porque no quería provocarte nostalgia, pero . . . ¿extrañas a tu familia y a tus amigos, verdad?
Carolina, que le daba la espalda y aparentaba estar tan ensimismada en la planta, se vuelve hacia él por unos segundos:
_ Sí, mucho. Lo que sucede es que con todo este trajín y el ambiente tan distinto, creo que todavía no "caí".
Como mejicano, el cantante no entiende la expresión.
_ No . . .¿"caí"?
Ella sonríe:
_ Quiere decir que todavía estoy como en el aire. . . .que no tomo conciencia de la situación.
_ ¡Ah!
_ Pero, sí, muchas veces extraño a mi familia.
Miguel se ha ido acercando a la chica, intrigado por su interés en la planta. Cuando está justo detrás de ella, se atreve a preguntar:
_ ¿Y a alguien en especial?
Carolina no entiende por qué un estremecimiento la recorre y agradece tener sus manos  en las hojas para que no se note su leve temblor. A pesar del suave y a la vez masculino aroma de Miguel, puede salir del paso con una nota bufona:
_ A mi gata, Kitty.
Ambos ríen, pero ninguno puede alejarse, menos aún cuando las manos de él han comenzado a rodear la maceta. Ella se vuelve y quedan cara a cara, pero él (inconscientemente, instintivamente, sin la menor intención de forzar una situación desagradable para ella) no se aparta lo suficiente como para dejarle paso.
_ Si no la riegan más seguido, va a secarse _ se le ocurre a Carolina, en un intento desesperado de salir de esa mezcla de ilusión y realidad que siente como un hielo delgado sobre el que no quiere arriesgarse a caminar.
_Es cierto _ contesta él, apartándose, volviendo también a la realidad _ Yo no sé nada de plantas. Tendré que decirle a Delia. No quiero que se me acuse de ningún crimen vegetal.
Ambos sueltan la risa nerviosa propia de los que han pasado una situación tensa. Así los encuentra Walter, quien saluda  y deja la puerta abierta para que Carolina pase,  cuando se percata de tal urgencia.
No se le escapan al representante ni la expresión de Carolina, ni la mirada de su amigo, que, con las manos aún en la planta, ha seguido la  figura de la chica hasta que la puerta se ha cerrado.
_ ¿Desde cuándo eres tú aficionado a las plantas? Si desde que se fue Nélida esa pobre está en terapia intensiva.
Miguel se aparta y carraspea, pero aunque se sienta para recomponerse, el momento pasado le ha dejado huellas en la mirada, por eso la esconde  al hablar con su amigo.
_  Te levantaste bromista esta mañana, parece. ¿Romance nuevo?
_ ¿Perdón? ¿Qué dijiste? ¿Romance? _ en una caminata intencionalmente ridícula, Walter va por la habitación, oliéndola_ Romance . . .romance . . .Sí, sí, a mí también me pareció eso.
Miguel asiente, pensando que se ha sacado un peso de encima, y que la conversación rondará (hasta donde a un caballero se le permite) alguna aventura pasajera. Pero se equivoca.
_ Pero no soy yo el que lo traigo. ¡No me juzgues tan tonto, amigo! Esas caras, una retirada apresurada  y el aire . . .aquí queda flotando algo que quizás no admitirán ni tú ni Carolina. La planta tal vez, sí, porque no está contaminada con esa manía de racionalizar todo como nosotros, los humanos. ¡Pero a ella no puedo preguntarle!
_ ¡Otra vez lo mismo! _ se queja Miguel. Pero la actitud de su interlocutor le asombra. Esta vez, detrás de la broma, nota mezclado otro tono de voz, un poco más serio _ Además, ¿desde cuándo te has vuelto un romántico?
La entonación de Walter, a partir de ese momento, va cambiando, con mayor firmeza que antes.
_ Es cierto, no soy un romántico, y hemos tocado ese tema muchas veces. Pero no me prejuzgues: no confundas mi elección de no comprometerme, con una postura cínica hacia el amor. Puedes seguir fastidiándote con mis bromas, o continuar repitiéndote a ti mismo que no puede pasar nada porque es una colaboradora. Pero . . .¿hasta cuándo vas a poder protegerte? La realidad se impone, amigo mío, y, más allá de lo que uno decida hacer con ella, un día se te planta y te dice: "Aquí estoy". Créeme: algo está pasando. Y aunque decidieras continuar con tu ceguera, ¿no te parece un poco egoísta? ¿No has pensado en esa joven que ha viajado tanto, y, además de llegar a un medio tan diferente, debe de estar tan confundida como tú? No es una mujer cualquiera, ¡hombre! Eso ha sido a la vez tu bálsamo y tu tortura: es un alma sensible, que te atrae y te causa temor por igual.
Walter adivina, por la expresión de Walter, que este va a prohibirle continuar  el sermón.
_ Sí, ya sé, ya sé: "¿Qué me enseñarás tú de mujeres, que nunca te has comprometido con ninguna?" Precisamente, porque las conozco (no diré que las comprendo porque sería una mentira muy obvia, ni yo mismo le creería a otro hombre si me lo dijera), es que decidí no hacer  sufrir a ninguna. Y también por eso es que me doy cuenta de que  ella no es una que merezca ser lastimada.
_ ¿Comprometerse? ¿Lastimar? ¿No te parece que te estás apresurando un poco? Además, me sorprende tu seriedad repentina al tocar estos temas.
_No voy a negarte que suelo sorprenderme a mí mismo en estos casos. Pero, dáme aunque sea ese gusto: admite que algo . . .algo . . .  _ mira a su alrededor y frota los dedos entre sí _ sucedió hace unos minutos.
Miguel baja la guardia. Se da cuenta de que de nada sirve ocultárselo a alguien tan suspicaz como su amigo, así que, decide, aunque sin mucho detalle, relatar el episodio de la planta.
Después de escuchar la historia, el representante se siente un poco aliviado, porque  había imaginado algo más. Sin embargo, no es tonto, como para menospreciar lo que un minuto de contacto espiritual puede desencadenar. Su primer impulso es preguntarle, a quemarropa, qué siente, pero una ráfaga de lucidez psicológica le indica que es muy peligroso: la puerta que con tanto esfuerzo se le ha abierto, podría cerrarse de nuevo y no crear más que confusión en Miguel. Decide cambiar de tema, aunque sin irse muy lejos:
__ ¿Ya sabes si está encaminada a mudarse del hotel?
__Sí. En el mismo condominio de Juan.
_ Es comprensible: son compatriotas y le ayudará a sobrellevar su desarraigo. Además, él se comportó muy bien con ella desde el primer momento y la estima, así que habrá sido el primero en entusiasmarla. A ti también te alivia bastante, ¿verdad?
Miguel lo mira extrañado:
_ Bueno . . . tranquilo, sí, porque pienso en los mismos beneficios que tú Pero . . . ¿aliviado? ¿Qué tiene que ver?
_ Con Juan sabes que estará protegida de cualquier "acecho".
_ ¿Qué dices? ¡Vamos, Walter! Te acepto que es una muchacha sensible, pero no es ninguna tonta. Estoy seguro de que sabe defenderse de los aprovechadores, y no ha necesitado llegar aquí para aprenderlo.
_ No. No me refiero a eso. Me refiero a ti. Así podrás tenerla más controlada. Y no sólo de los personajes que consideres indeseables.
_ Tú lo dijiste. No es ninguna tonta. Pues yo te agrego otra: es una mujer libre. Nada me correspondería hacer si por propio gusto eligiera  una compañía masculina.
   _ Sí. Pero al menos lo sabrías. Y así como tú mismo no querrías lastimarla, buscarías la forma de que otro no lo hiciera.
_ Te repito: te adelantas mucho a los acontecimientos. Además, ¿qué pretendes que haga?
_ No me corresponde eso, por más estimación que te tenga. Pero hay algo que sí me arrepentiría de no aconsejarte: no vuelvas a negar lo que pasa. Eso sería el único acto incorrecto.
Miguel no contesta, y Walter considera que ya lo ha torturado suficiente, aunque fuera por su propio bien, así que decide dejarlo tranquilo:
_Bueno _ se para_ Mejor, al trabajo, que tengo unas cuantas llamadas que hacer.
Antes de cerrar la puerta, al ver a su amigo tan serio, agrega:
_ Lo siento si fui muy duro. ¿Estás bien?
_ ¡Claro, claro!_ se apresura a contestar con una sonrisa, para que Walter se vaya tranquilo.
Retirado este, después de un minuto de pensamientos perdidos, llama a Delia:
_ Delia, ¿qué sabe usted de cuidado de plantas?









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