martes, 19 de julio de 2016

Sol de invierno

Empezó el receso invernal para profes y alumnos. Planes de paseos, cine, encuentro con amigos, algún viajecito, pero... ¡bien abrigados porque hace muucho fríííooooo! Hoy con el sol estuvo bastante lindo.
Les cuento que el viernes fue mi último día de clases.... de mi carrera. Sí: en breve paso a pertenecer al sector "pasivo". Pero no de otras actividades, ¿eh? 
¡Hay tantas cosas que me gustaría hacer que no sé por dónde empezar! Bueno, en realidad, el mismo viernes empecé... DURMIENDO FLOR DE SIESTA, ¡Ja, ja!
Bueno, ahora otra tarea que amo: compartir historias.

Capítulo XXXVII

A muchos kilómetros de distancia, un médico exhausto y confundido, está sentado en la cafetería del hospital. Pronto se le suma otro, que le alcanza un té y toma un sorbo de gaseosa.
_ ¿Estás seguro de que no querés comer algo?   _ pregunta Julio _ Está bien que trates de alejarte de la cafeína. Es más, si yo tuviera fuerza de voluntad, te imitaría, pero . . .unas galletitas, aunque sea . . .
_ ¿Y qué tal de las mujeres? ¿Nunca probaste abstenerte de ellas? Quizás sería un cambio saludable, ¿no te parece? _bromea Ricardo, como vieja herramienta para ahuyentar las preocupaciones.
_ ¿Mujeres? _ ríe Julio _Con una esposa y tres hijas, la mayor adolescente y doce a catorce horas de trabajo . . .creo que no es necesario que te responda. Pero que raro es oírte hablar de estos temas. Vos sos tan reservado . . .¿algún problema con Carolina? Sé que viajó. Si es por la distancia, siempre es dura, y, por supuesto, las tentaciones se presentan al alcance de la mano, pero si se quieren de veras, van a superar todo, te lo aseguro.
_ Pero . . .¿y si sospecharas de una traición, o de que se está alejando no sólo físicamente?
_Voy a hablarte como esposo a punto de cumplir dieciocho años de casado. No creas que los meses antes de mi boda no tuve dudas. ¡Si hasta recuerdo que por una discusión por unos muebles estuvimos una semana sin hablarnos! Pensaba en todas las demás mujeres que me perdería, en el aburrimiento de la cotidianeidad . . .hasta que me concentré en lo más importante: ¿Era ella la indicada, la que deseaba, no sólo como compañera de cama, sino como madre de mis hijos, la que me hacía sentir más hombre cuando me decía "te quiero" o pronunciaba mi nombre, la que vería mis arrugas y mi calvicie? Y la respuesta fue: "sí".
_ ¿Y nunca un problema, una decepción?
_ ¡Miles! El que te diga lo contrario te miente. ¿O no ves las enfermeras hermosas y jóvenes que hay acá? ¿Y que no discutimos cuando le dejo todo tirado, o me olvido de un aniversario? Sin embargo, al llegar, mientras me abraza y me pregunta "¿Cómo te fue?",  miro a mis hijas, o cuando me prepara una cena especial para mi cumpleaños . . .
_ ¿Volvés a contestar "sí"?
_ Exacto. No sé cuál será el problema puntual por el que están pasando, Ricardo, pero si seguís queriéndola, si aún pensás que es "la" mujer, entonces hay que hablar, hay que buscar la solución.  En cuanto a la infidelidad, lo primero es la seguridad: no te dejes llevar por supuestos o rumores, confrontá la situación. Y si ya no hay salida, ahí tendrán que tomar una decisión, pero al menos vas a saber que será la correcta porque hiciste todo lo posible.
Una enfermera con paso apresurado viene a buscar a Julio, quien se para y voltea para agregar:
_ Si necesitás hablar más en otro momento . . .Espero haberte sido útil.
_ Más de lo que creés. Mil gracias.
En realidad lo ha dejado pensando, y no sólo en vanas teorías románticas que parecieran ser patrimonio sentimental exclusivo de las mujeres, sino en una decisión.
      Como si el destino le enviara una ayuda para saber cuál sería el primer paso, Sandra pasa a su lado y, sin perder oportunidad, utiliza toda su coquetería para ocupar la silla que Julio acaba de dejar. En lugar de sentirse incómodo, Ricardo ve clara la ocasión para el diálogo.
_ ¿Qué tal anoche? ¿Cómo la pasaste? Espero haber sido una buena anfitriona. ¡Qué lástima que no me diste tiempo a servirte un buen desayuno. Bueno, la próxima, no faltará oportunidad. Es más: esta noche misma si querés. _habla ella sin parar, entusiasmada.
Ricardo revuelve su té, que ya está frío, porque no sabe cómo hablarle a su colega para explicarle que no es más que eso, y que la "oportunidad" no se dará nunca.
Comienza con una sonrisa y le toma una mano por unos segundos, así que el corazón de ella se acelera y sus labios le devuelven la sonrisa, pensando que todo ha resultado mucho mejor y más rápido de lo imaginado.
_ Vuelvo a agradecerte, Sandra pero . . .
A partir del "pero", la doctora empieza a preocuparse y su gesto feliz se va borrando a medida que el discurso que oye se aleja, igual que la mano, de lo que imaginaba que iba a escuchar: Ricardo le aclara que fue de mucha ayuda, pero no quiere que las cosas se confundan, que él aún ama a Carolina y que prefiere verla únicamente en el hospital, para evitar el riesgo de hacer cosas de las que ambos puedan arrepentirse después. Que luego sería muy violento tener que verse en el trabajo sin que el recuerdo de un acto desatinado se les cruzara continuamente.
Sandra es una hipócrita innata, así que puede soportar el golpe sin que un rasgo se le altere.
_ ¡Querido, querido! _ríe mientras le palmea el brazo_ ¿De veras se te ocurrió que nosotros . . .? ¿Que a mí se me habría pasado por la cabeza . . . ? ¡Pero no, no, de ninguna manera! Además, las habladurías, aquí . . .te imaginás.
_Bueno _responde él, aliviado _Me alegra que lo hayas tomado así.
_ Al contrario, a mí es a quien me alegra haber ido de frente. _ Mira su reloj y finge sorpresa y apuro para levantarse_ Además, es mucho mejor aclarar todo desde el principio. No sabés la cantidad de hombres que se han acercado a mí . . .bueno, te imaginarás _ y recorre su silueta con el índice en una actitud sumamente vanidosa _ haciéndose los "amigos", para desilusionarme después con sus verdaderas intenciones.
_ Sí, claro, claro, es natural.
_ Eso sí: necesito una promesa. Cualquier cosa que necesites, aquí estoy.
Ricardo asiente con la cabeza para no ser descortés y ella se aleja, sin darse cuenta de que, en su esfuerzo actoral, se ha llevado el vaso plástico que Julio había dejado. Con toda su furia reprimida, lo estruja y lo arroja al suelo, justo donde la mujer de ordenanza está limpiando.
"Ricardo, Ricardo . . .  _ va rumiando _ Estarás pensando que ya soy historia. ¡Qué equivocado que estás! Un día te voy a oír repetir mi nombre en pleno éxtasis. Ya lo estoy oyendo: "¡Sandra Sandra!"



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