Media tarde y ya parece que estuviera oscureciendo. Con los árboles pelados, un poco de nostalgia, quizás. Si se puede ... ¿no estaría bien un mate, un café, un sillón cómodo y un ratito de lectura? Podemos acompañar a Carolina en el camino que está transitando.
Capítulo
XXXVI
Toda esa tarde y hasta la madrugada el trabajo es arduo pero fructífero.
Miguel observa a Carolina: la pasión que pone en cada estrofa, lo mismo que la
forma de llevar la situación armonizando
con Jorge Díaz y con Néstor, cumpliendo como anteriormente la función de
samaritana que tanto lo había impresionado antes, lo hacen meditar. ¿Cómo es
posible que de ese cuerpo que parece tan
frágil, emane tal entusiasmo?
Sale varias veces del estudio para atender llamadas telefónicas o hablar
con asistentes, sin darse cuenta de que, mientras él ha mirado a Carolina, ha
sido observado, a su vez, por Walter. Eso no le impide recluírse unos veinte
minutos en su oficina y pensar hasta llegar a la conclusión de que su amigo
tiene razón, y aunque no tiene en claro qué es exactamente lo que dirá, hablará
con Carolina.
Cuando todos salen, al tiempo que el sol comienza a acariciar el
edificio, Miguel espera a Carolina en la puerta del estudio, con las manos en
los bolsillos, apoyándose alternadamente en los talones y en las puntas de sus
pies, lo que produce un balanceo curioso de su cuerpo. No puede creer su
actitud de colegial, que, en realidad, por su estilo de vida, nunca alcanzó a
experimentar.
Ella entiende por su gesto que quiere dirigirle la palabra en otro lugar
y lo sigue. A pesar de que no ha pasado por alto la intensidad del encuentro de
esa tarde, la tarea no le permitió reelaborarlo en su mente. Recién en ese momento lo recuerda. ¿Y si
hubiera estado Juan? ¿Se lo hubiera contado? No. Porque ya se lo imaginaba
construyendo castillos en el aire. Nunca le pareció tan largo el corredor que iba
del estudio a la oficina, y mientras sigue
a Miguel, se le cruzan miles de
cosas por la cabeza, pero ninguna clara.
Cuando llegan, él le ofrece asiento, y al percatarse de los rasgos de
cansancio en su rostro, se arrepiente por un momento de haber elegido ese
instante para hablar, pues el no tener los pensamientos claros, sumado al
agotamiento, no auspicia resultados satisfactorios. Pero es sólo un segundo.
Enseguida retoma su decisión: cuanto antes, mejor.
Carolina no acepta el café, cosa que Miguel atribuye a las ansias
imperiosas que la joven tendrá de retirarse a descansar.
_Disculpa, estoy retrasando tu sosiego.
_No es nada. _ sonríe_ Soy tu empleada, debo responder en cualquier
momento. Especialmente si hice algo mal.
Aunque sabe que ella no lo dice muy seriamente, Miguel no dejará pasar
la estocada.
_ En primer lugar, ya sabes que a Walter y a mí no nos gusta pensar en
términos de jefes y empleados. Todos somos colaboradores. Cuanto más
conscientes seamos de eso, más cómodos trabajaremos y mejores serán los
resultados.
_ Espíritu de grupo.
_ Exacto. Me alegra que lo veas así, porque
quería hablarte de algo relacionado con el tema.
Carolina adopta un gesto serio:
_ Entonces, de veras,
¿estoy cometiendo algún error? Porque si es así, no temas decírmelo. Es más,
con algunos prejuicios que tenía sobre este ambiente y mi inseguridad de
novata, me asombró que hasta ahora nadie me hubiera gritado por lo más
insignificante, o por lo más merecido.
_ ¡No, no, por favor! ¡Nada más alejado de
eso! Al contrario: el trabajo que estás haciendo y cómo te estás adaptando a la
forma de trabajo y a la gente son admirables. . . En realidad no es una
conversación muy seria . . .es . . .algo . . .como decírtelo . . . personal.
Carolina no responde, pero la expresión de
interés se refleja, como siempre en su caso, en los labios apretados y el
pronunciamiento de delgadas arrugas en el contorno de sus ojos.
_ ¿Recuerdas la cena
en mi casa?
_Cómo no hacerlo si
fue muy agradable.
Miguel continúa planeando una estrategia que
le permita poner la situación en perspectiva sin necesidad de traer a colación
de esa tarde en forma explícita, y, a la vez, que ella lo comprenda.
_ Bien. Entre
nosotros _ y se apresura a aclarar moviendo las manos en el espacio que los
separa _ No me refiero a ti y a mí. Nosotros . . . incluyendo a Walter, Juan, todos los que
trabajamos juntos, especialmente los que tenemos más afinidad y simpatía. Creo que allí está la palabra clave:
simpatía. Y hasta . . . ¿quién sabe? Puede darse la amistad. ¿Te parece?
_ Por supuesto. Es
más. En poco tiempo, Juancito se ha comportado como tal conmigo y su afecto me
ha sido de mucha ayuda.
_ Se nota. Pero . .
.a lo que me refiero yo va más allá de la amistad. Es decir: pasar esa barrera,
implicaría muchos riesgos.
Sus miradas se penetran mutuamente y no queda
duda: en el medio está la situación
anterior.
_ O podría
confundirse _ continúa Miguel _con una atracción pasajera, o una obnubilación,
¿cómo saberlo? Y caer luego a la realidad sería una gran desilusión, y muy
violento regresar al contacto cotidiano. ¿No lo crees así?
Carolina trata de disimular la alteración que
estas palabras le producen, porque jamás hubiera imaginado que Miguel trataría
esa situación. Sí, no era su imaginación: esa tarde habían enfrentado unos
minutos extraños, pero . . . ¿él, acostumbrado al acoso constante de las
mujeres y, seguramente, a que no se le negara ninguna, se tomaba la molestia de
hacer aclaraciones? ¿Qué podría significar para él el roce de una mano? Nada.
Entonces no era por "ellos" que ponía las cosas en su lugar. Era por
ella, por una poco atractiva profesora de Literatura que podía cometer el error
de construir castillos en el aire "obnubilada" por el brillo de la
gran estrella. No sabe qué responder, pero, quizás por el cansancio, tal
vez por lo confuso de la situación,
olvida el concepto que se ha formado de él al trabajar y en la visita a su
casa. Como un rayo, vuelve a la primera impresión: rechazada mientras firmaba
autógrafos. Se le figura lo que estaría pensando: "Pobrecita. Mejor
detengo todo antes de que se haga ilusiones", Y con esa misma velocidad, ella, que en muy
pocas ocasiones lo había sentido, alberga resentimiento.
_ Claro, claro _
apresura, elegantemente _ Estoy totalmente de acuerdo.
Ya en la calle, no recueda la breve
despedida. Seguramente se había parado alegando cansancio y él, contento de
dejar todo aclarado, le había abierto la puerta después de algunas palabras
corteses y arreglos para la tarea posterior. Sólo toma el taxi hacia el hotel,
pensando en reponerse con unas horas de sueño y empezar a planificar su
mudanza.
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