domingo, 28 de febrero de 2016


Después de tanto calor  ... ¡que lindo el regalo de un fin de semana agradable! ¿No les parece? Tanto que estoy escribiendo debajo de la higuera (sí, literalmente, no es una metáfora, estoy como doña Paula, a excepción del  tejido) de mi jardín en esta tardecita de domingo. En un rato acompañaré la vista del paisaje con una taza de té. No, no es que no sea autóctona: mate tomé pero más temprano.

Capítulo XXIX

A  la mañana siguiente, Walter y Miguel están en el refugio personal que el segundo tiene en la empresa, tratando de eliminar, no tanto la resaca, sino la tensión nerviosa de la noche anterior, con litros de café y persianas entrecerradas.
Hundido en su sillón, Miguel expresa:
_ Creo que lo más indicado sería despedirla. La verdad es que la impresión que causó el "broche de oro de la noche", contigo teniendo que sacarla literalmente a rastras hasta tu auto para poder llevarla hasta su casa…
_ Tampoco me parece muy elegante la salida furiosa de Alejandra juntando los restos de su peinado y su falda. Bueno, en realidad no recuerdo bien si era un jirón de vestido o u chal.
Miguel ríe y aporta:
_ ¡Y no olvides los zapatos en la mano!
Ambos vuelven a reírse y toman un sorbo de negrísimo café.
_ El problema _ continúa el representante _ es que los dos sabemos muy bien que no estaríamos castigando al verdadero culpable _ Y antes de que Miguel emita sonido, agrega _ Ya lo sé, ya lo sé...Nos tiene atados de pies y manos.
_ Quizás sugerirle unas vacaciones. Unas laaaargas vacaciones…
_ Es una buena idea. Pero no podemos permitirle a tu cuñado que esto le resulte totalmente gratuito.
_ ¿Qué sugieres?
_ Hablar seriamente con él _ al observar el gesto derrotista de Miguel, continúa _ Sí, ya lo sé: ese método nunca ha surtido mucho efecto en él, pero esta vez tendríamos que ser realmente enérgicos.
_ Pero mi hermana…
_ Debemos convencerlo de que esta vez no aceptaremos esa extorsión _ Walter lo nota dubitativo, así que se acerca a él en un tono más convincente _ Soy tu amigo, y me duele decirte esto, Miguel, pero no puedo permitir que siga manejándote así. Piénsalo: todos estos años indultándolo para evitarle sufrimientos a tu hermana, ¿en qué están resultando? : Ella en un centro de rehabilitación y él, como si nada, le agrega el plagio a su prontuario y cambia de amante. Hay que hacerle comprender que muchas personas dependen de esta empresa así que la próxima vez que su imagen se vea perjudicada por su comportamiento, no lo aceptaremos más como placebo de la enfermedad de tu hermana. Lejos de eso, sabemos que es el causante.
Dilucidados estos temas, se relajan en un silencio de casi media hora, hasta que Walter corta el aire con un comentario en tono casi adolescente, en parte para distraerse de tantas preocupaciones, en parte por curiosidad:
_ ¡Qué cambio el de Carolina! ¿Eh?
_ ¡Ah!.. Sí… _ responde su amigo, como volviendo de una larga ausencia.
_ ¿Cómo "sí"? ¿Nada más? Se notó que te había impresionado.
_ Bueno, no puedo negar que el aspecto exterior es importante en este negocio, pero es una colaboradora, y nada más. No me interesa cómo le quede un vestido de fiesta, sino que escriba bien.
_ ¡Epa, epa! ¡Qué reacción defensiva! Cuando hablamos de mujeres nunca te pones tan serio…y no escatimas entrar en detalles… ¿Qué pasa? ¿Tanto te impresionaron esos ojos verdes?
_ Son castaños.
_ ¡Ja! ¡Caíste! ¡Trampa, trampa, y caíste!
Miguel se levanta, fastidiado:
_ Walter, pareces un chico de secundaria.
_ ¡Peor te portas tú, que te estás sintiendo atraído y te preguntas cómo vas a huir!
_ ¿Atraído? ¿Qué disparates dices?
_ Fuiste a buscarla en limusina personalmente.
_ Está en una país desconocido, en un ambiente extraño, era su primera fiesta con nosotros…
_ ¡Ja, ja! Cuando vino Mister Melbourne de Estados Unidos, el año pasado, era la misma situación; peor, porque no conocía el idioma, y le mandaste el coche con un traductor. Vamos, vamos… continúa inventando excusas, amigo, que me gusta ver como patinas en piso enjabonado. Yo creo que te atrae, y, más que eso: te intriga _ y a pesar de los gestos de tedio del cantante, insiste _ ¿Y sabes por qué? Por que es la primera mujer que no se derrite ante ti, y que será capaz de ver al verdadero Miguel, no al galán de las melodías románticas.
Miguel sonríe y disimula el aguijón de duda que le han dejado clavadas las palabras del ensayista verbal de la psicología femenina.
Salen, preparados a enfrentar un día que se presenta muy difícil. Reciben la noticia de que Nélida  pidió excusas telefónicas y se hará presente después del mediodía, lo cual no los asombra, así que el trago amargo quedará para más tarde. En cuanto al tema de Néstor, deciden no esperar a que se presente, sino ir a su casa, aprovechando la ausencia forzada de su esposa, para hablar seriamente y con mayor intimidad.
La escena es breve, en partes, casi repetitiva: la pobre Lidia, angustiada por el problema de la señora; Néstor, despertado violentamente por los puñetazos de Walter en la puerta del dormitorio; y Miguel, en el comedor, recibiendo de Lidia (en honor a su insistencia y a los detalles de sus beneficios, más la perorata sobre los abusos del café), un té de hierbas.
Después de unos minutos, hablan los tres en el comedor. Miguel está entre preocupado y resignado, Walter disimula su ira en aras de la diplomacia que las circunstancias exigen y Néstor está fresco (después de todo el escándalo casi no le había dejado tiempo para beber la noche anterior), y bastante consciente de su situación. Al principio, como siempre, niega, alega locura en Nélida e inventiva exacerbada en Alejandra, pero cuando se da cuenta de que, por primera vez, su parentesco no le servirá de as en la manga, acepta, al menos en las formas, el trato.
La charla con Nélida tiene otro tono y el desenlace es muy diferente al que esperaban. Se presenta ella deshaciéndose en disculpas por su comportamiento, y recibe (también opuestamente a lo que pensaba), palabras de contención. En ese clima, Walter y Miguel, deslizan su sugerencia de unas vacaciones. Por unos segundos su rostro permanece incólume: ella sabe que es un despedido encubierto. En el trayecto de su departamento a la empresa, no la había dejado tranquila la idea de renunciar para evitar la vergüenza de las miradas y los comentarios cotidianos de pasillo, pero le parecía que era darle un placer inmerecido a su amante, así que lo había descartado. Al sentarse frente sus jefes, huele el despido inminente. Le duele profundamente la decisión, pero sabe que sería inconcebible salir sin costos de la denigrante situación que recordaba entre restos etílicos que le aprisionaban las sienes y gritos desmesurados en unos arbustos. Para sorpresa de sus interlocutores, no hay llanto ni escenas de súplica. Respirando profundamente, dibuja una amplia sonrisa y en tono casi jovial, les asegura que es justamente lo que iba a solicitar.
_ ¡Qué sabia sugerencia! Bueno… yo sabía que no podía esperar menos de ustedes. Realmente, creo que es lo que me hace falta hace tiempo. Van a ver que cuando regrese seré una mujer nueva y más eficiente.
   _Jamás tuvimos quejas de tu trabajo _ se apresuró a aclararle Miguel.
   _ Sí, sí, lo sé: seguramente ese en mérito a eso que no toman una medida más drástica… no crean que no se los agradezco. Pero les repito que los compensaré… trabajaré mucho. Mucho.
Agradecidos de haber salido airosos de dos momentos difíciles, cuando se retira Nélida (con un abrazo, de tanto entusiasmo fingido), cantante y representante se disponen a diseñar una estrategia para recuperar la respeto que han perdido ante los colaboradores de la empresa con el desafortunado incidente. ¿Aclarar las cosas? ¿Dejar que corra agua bajo el puente?
De repente, Miguel recuerda que ya promedia la tarde y no se han comunicado con Carolina desde la noche anterior, así que además de confundida con la imagen del lugar donde trabajará, no sabrá cuál será su tarea ese día. Deciden que nada se hará hasta el otro día, así que Miguel toma el teléfono. Walter no puede dejar pasar la oportunidad:
_ ¿Le avisas tú mismo?
_ Al menos por hoy no tengo secretaria… ¿o no has visto que acaba de irse?
_ Hay otras empleadas. A mí mismo podrías habérmelo pedido. No me engañas: quieres saber de su misma voz cómo ha reaccionado a lo de ayer. Por otro lado, después de la imagen que le dio la primera de nuestras fiestas, ¡quién sabe  lo que piense!
_ En realidad, sí: estará pensando: "¿Dónde me he metido?"
_Precisamente, por simple cortesía, lo menos que puedo hacer es telefonearla personalmente.
_ Claro: cortesía… cortesía _ repite socarronamente Walter al retirarse.

Miguel se limita a sonreír y mover la cabeza. Sabe que su amigo no tiene remedio. Y comienza a preguntarse si él lo tiene.

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