martes, 29 de diciembre de 2015

¡Ultimo del año!

¿Cómo pasaron la Navidad? ¿Se les encendió una lucecita en el corazón? ¡Que no se extinga! Consérvenla para Año Nuevo y que durante el 2016 vaya creciendo hasta convertirse en llama y los impulse en sus sueños y proyectos.
Aquí va el último capítulo ... del año. ¡No de la novela! ¡No,no,no! A nuestros (porque me gusta pensar que ya son sólo míos sino de ustedes también) personajes les falta muuucho por vivir: alegrías, sorpresas, suspenso, amor ... 
Pueden leerlo entre chapuzón y chapuzón, si tienen pileta o fueron al mar, o, si todavía no están de vacaciones, pero tienen un ratito (válida la opción siesta) para descansar del calor en lugar fresco. También pueden leer alguno que se saltearon o quieren releer para engancharse mejor en la historia.
¡Felicidades y brindo con ustedes: chin, chin!
Capítulo XVIII


A Carolina le había parecido enorme todo ese día: el desayuno - que apenas había podido probar_ ,el portero del edificio al que dio tres vueltas antes de entrar, la secretaria que ya sabía su nombre y el amable hombre que la atendió, la hizo pasar  al estudio y ordenó que le sirvieran un café. Ahora, allí sentada donde lo único que le parecía, más que pequeño, ínfimo, era su cuerpo, perdido en ese sillón mullido que le hubiera resultado muy confortable, seguramente, si no hubiera estado tan nerviosa.
Después había aparecido otro caballero. Apenas habían pasado las presentaciones de formalidad, y las trilladas preguntas y respuestas sobre el clima y el tránsito de las grandes urbes  para "romper el hielo", cuando una voz y una cara muy conocidas aprecieron en el monitor para teleconferencia.
Carolina tenía muy claro, desde que había aceptado la cita, que estaría rodeada por personas que sabían más que ella de las circunstancias que la involucraban, pero se esforzaba en que eso no le provocara temor. El problema era encontrar un punto entre la desconfianza y la ingenuidad. La precaución, pensaba, era lo más indicado. Pero entre el entusiasmo del proyecto inminente y lo extraordinario su situación, estaban su perspectiva desproporcionada de los objetos y el sudor de las manos. Precisamente en eso estaba pensando, cuando sus oídos parecieron mantener en suspenso a todos sus otros sentidos, llevando, como un telegrafista nervioso, el mensaje a su cerebro:
  _Buenas tardes. Soy Miguel Saberia.
Carolina se había preparado psicológicamente para tratar con los representantes, para moverse mínimamente en ese mundo tan desconocido y tan diferente al de ella, para no firmar nada sin que lo leyera algún abogado y para cuidarse mucho, mucho de lo que decía. Pero para oír (¡y ver!) al mismísimo Miguel Saberia, no. De hecho, sus diálogos con Nélida habían planteado tácitamente como muy improbable esa conexión. No sabía cómo, pero sentía claramente que las cosas habían cambiado. ¿Para su provecho o en perjuicio suyo? ¿Para "blanquear" la situación, o para complicarla?
Seguía perdida en su confusa nube mientras Alberto Hidalgo y el hombre que está con él, saludaban con naturalidad a Miguel, e, imaginándose su estado de nerviosismo, la presentaban.
  _ Miguel, aquí está la Srta. Carolina Duprat.
 _ Mucho gusto. Y gracias por la puntualidad. Es una virtud que admiro sumamente.
Carolina está tan aturdida que no se da cuenta del desconcierto que hay en la voz de Miguel, ni de que él está fingiendo naturalidad para no demostrar que no sabe en absoluto de qué se trata esa reunión. Se revuelve en el sillón pensando qué es exactamente lo que acaba de salir de su boca con una voz aguda que no parece la de ella: "¿Qué le contesté? :¿Encantada yo también? o . . . ¿Encantada, yo también? Porque entonces quedó como si  me encantara que fuera puntual, y no conocerlo. ¿O al revés?"  Mientras ella cavila, Miguel se ha disculpado y ha pedido hablar en privado con Hidaldo.
_ Con todo respeto, Alberto, hace mucho tiempo que no nos vemos, siempre te tuve mucho aprecio y no quisiste explicarme las razones de tu alejamiento, pero…¿Quién es esta señorita y qué tenemos que ver con ella?
     _ Es la autora de las últimas letras, que tanto te gustaron, y, posiblemente, si tenemos suerte, la que te ayudará a darle un golpe de aire fresco a tu estilo y a mantener tu éxito.

-Las últimas letras? ¿Cómo sabes tú de eso?
Aleccionado por Nélida, Hidalgo sabe hasta dónde debe hablar, y qué es lo que debe callar.
_ Por el momento, puedo asegurarte que los versos con que estás trabajando no son de Néstor y tengo pruebas para demostrarlo. Eres inteligente, Miguel, por eso has llegado a donde estás, y por eso has telefoneado hoy, así que tú sabrás  cómo desenmascararlo. Yo no sé más de lo que te digo, pero confía en lo que sí sé: Hablemos con esta chica. No hay nada que perder. Al contrario, puede convenirte.
_Pero… entonces Néstor… además: no sé siquiera quién me dio aviso de esto. ¿Iban a hacer algún arreglo con usted (mirando a Carolina) sin que yo lo supiera?
_ Te dije, hermano: lo de tu cuñado deberás descubrirlo tú, y en cuanto a esta reunión… vos… tú (disculpa, desde que regresé olvidé el tuteo mexicano y volví al argentinismo)…tú solías tenerme confianza. Por esta vez, vuelve a tenérmela. Y si hay algo que no te agrada, replantearemos las cosas.
 Miguel le pide quince minutos, que utiliza para consultar con Walter y se aparta de la pantalla. Al cuarto de hora, Miguel regresa.
_ Está bien. Nada se pierde con hablar.
  Dos horas después, Carolina, en el ómnibus que la lleva a La Plata, lee y relee la copia de un contrato que tiene entre sus manos. Es noble pero no tontamente ingenua, así que, elegante pero firmemente, ha rehusado firmar hasta que un abogado primo suyo, la asesore.
   No reacciona aún sobre lo que ha sucedido. Revive  como en un sueño la charla entre ella, Miguel, Hidalgo, y el asistente que le había abierto la puerta, un tal Mariano. Se habían interesado por su trabajo, las cosas que le servían de inspiración, sus inicios literarios: un preámbulo que alanara el sendero donde transitaría el otro diálogo, el que había culminado con  la aparición de la secretaria, papeles en mano. Trata de recordar cuál recuerdo es el verdadero y cuál, una trampa de la tensión del momento: ¿Realmente había balbuceado todo el tiempo, cada vez que Miguel se había dirigido a ella, o era su imaginación? ¿Qué impresión  les habría quedado de ella: la de una deslucida profesora que tartamudeaba en cuanto un mundo tan diferente al de su caminito cotidiano se le acercaba, la de una desconfiada, la de una ambiciosa?
     Al llegar a su departamento, mientras cumplía con la rutina de llenar el plato de Kitty y calentar una sopa para llevarse a la cama y mirar una hora de televisión, en esa mezcla de exaltación, alegría y temor, otra pregunta destellaba en su mente. Según lo conversado y siempre que su primo lo estimara conveniente, el viaje a México parecía inevitable: ¿tendría que inventar una excusa, o, una vez "blanqueada" la situación, podría ponerla en conocimiento de sus allegados?

    Un actor emitía un parlamento repetido, en una vieja serie, cuando Carolina apoyaba la taza vacía sobre la mesa de luz y miraba el teléfono. ¿A quién llamar? ¿A Ricardo? No. Muy pronto. ¿A Marta? No. Su conversación se extendería hasta la madrugada, y al día siguiente, había que madrugar. El día siguiente… otro día de alumnos, planillas que firmar, portafolios. Pero…  ¿cómo? ¿Cómo volver a la vida diaria, teniendo en la cabeza que podría ser la nueva autora de los temas de Miguel Saberia? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario