miércoles, 11 de febrero de 2015


¡Hola, otra vez! ¿Còmo están? Muchas gracias a todos los que  leyeron mi poema de ayer y  me alentaron a seguir con este proyecto. Como les prometí, aquí va el primer capítulo de "Carolina y las letras enamoradas" . Espero que se entretengan. No es de mucho valor literario. Si mis profesores se enteraran (o se enteran, porque quién sabe a dónde llega la cuestión) ... ¡Me matan! ¡Ja, ja!
Hasta pronto, si Dios quiere

Capítulo I
                                                                                                          
  El otoño ya está llegando y sopla hojas rojizas y doradas hacia todos lados: las vere- das,las paredes,las ventanas... Así llega a apagarse en la ventana de un departamento del primer piso. Junto a esa ventana hay un escritorio con libros apilados, y una máquina de escribir que cesa su cantilena porque los dedos de Carolina se han detenido.
  Ella bufa y gira en su silla, observando su pequeño monoambiente: la biblioteca alta con las obras de sus favoritos,el sofá-cama,el armario,la mesada,la mesa y las sillas.En las paredes,los cuadros de paisajes tratan de hacerle olvidar que no está en su pueblo natal y que habita la ciudad,no muy lejos del centro y que el único verde que puede disfrutar es el de la plaza de enfrente. Mira de reojo la planta del rincón, pero desvía la vista para no sentirse tan culpable de que se está muriendo. ¿Por qué no tendrá la habilidad de su madre para cuidar de esos seres vivos? Prefiere mirar lo que sí puede cuidar: la gata que mastica lentamente junto a su plato.                                                                           
Detiene unos minutos su vista sobre los portarretratos: de su pueblo y de otro país a donde algún antepasado emigrado y sus descendientes siguen intercambiando con
ella fotografías y cartas.
Lee en voz alta lo que acaba de escribir: "Cristales rotos y dolor...
                                                                      y mis manos queriendo estrujarlos
                                                          a los dos...
  Un murmullo  de desaprobación acompaña su ceño fruncido y su rictus de disgusto.
  La gata deja de comer y abre los ojos grandes, como preguntando: "¿Qué?".
  Carolina deja la silla, va a acariciar a la gata y le pregunta:
  _ A vos no te gustan, ¿no? A mí tampoco.
  Camina lentamente hacia la ventana suspirando hondamente, corre  un poco la cortina
y hunde nuevamente la vista en el verdor de la plaza de enfrente Ve a un hombre joven que va a tocar el timbre del edificio .Ella sonríe con los labios y con los ojos. Suena el timbre del portero eléctrico. Ella descuelga el auricular  y abre.
  Segundos después, se oye el timbre de la puerta y Carolina abre, arrojándose a los brazos de ese joven alto, de cabello castaño y mirada vivaz. No dicen palabra, pero entran de la mano y él se pone a acariciar la gata que se está instalando en el sofá y, al reconocerlo, se acuesta, patas hacia arriba, para jugar.
  _ ¿Cómo estás, Kitty?--le dice  al felino.
  _ Yo estoy bien, Ricardo, gracias _ contesta Carolina, fingiendo enojo.
  _ ¡Ah! ¡Mi otra gatita se pone celosa! _ dice el joven, y la toma de la cintura, de espal-
  das: _ ¡Vos sabés que te quiero más!
  _¿Seguro, Ricardo? _ :replica ella, haciendo gestos raros, hasta que se da vuelta y lo besa suavemente.
  Regresa al escritorio. Él toma una silla y se sienta a su lado.
  _¿Y . . .? ¿Qué tal?
  _¡Mal! _ :contesta ella, malhumorada.
  _¡Eh! ¿Es para tanto? ¿A ver?. . ._ dice Ricardo, leyendo los versos.
  _¿Y . . .?
  Él medita un momento y la mira.
  _¿Viste? ¡Un asco! _ Carolina saca violentamente la hoja de la máquina y se dispone a tirarla, pero su novio la detiene.
  _¡Eh! ¡Esperá! Son tres versos nada más. No seas tan dura con vos misma. Ahora no estás de humor. Mejor vemos un rato la televisión, comemos algo, te relajás...  mañana
la releés y se te va a ocurrir algo, cuando estés más descansada.
  _Mañana no puedo. Tengo una pila de exámenes para corregir.
  _¡Pero mañana es domingo!
  _¡Y si vos tenés guardia!.
  _Podrías aprovechar para descansar.
  _Precisamente: no corregí hoy para dedicarme a esto... y nada.
  _Nada, no.
  _Releer versos viejos, tratar de inspirarme, rezongar  por todo el departamento, mirar  por la ventana y escribir dos...
  _¡Tres!
  _Bueno, tres versos, no es nada. Y además son pésimos. Te vi la cara.
  _ No era cara de "pésimos". Era cara de..."no entiendo".
  _¿Viste?
  _Pero no es lo mismo. Además, vos sos la profesora de Literatura, ¿te vas a dejar llevar por mi opinión, la de un médico? Me gusta leer, pero... ¿qué voy a saber sobre crítica literaria?
  _ Es que quisiera que le gustaran a la gente común. Pero... leé los suplementos literarios de, leé los autores actuales. Yo me presento en concursos literarios y nunca gano. Cuando leo las obras de los ganadores... son de un estilo tan diferente al mío...
lenguaje que no entiendo, pero para los jueces es genial.
  _Bueno... _ la abraza_ No te mortifiques así. Muchas de las poesías que mandaste me  las dedicaste a mí, ¿o no?
  _Sí.
  _Y a mí, que veo sangre con un bisturí en la mano sin pestañear, me derritieron.
  _ Porque vos me querés.
  _Sí. No te lo niego. Pero también porque llegan... se sienten... son sencillas, así que llegan directamente. No hay que ir cien veces al diccionario cuando se las lee.
  Ella lo abraza fuertemente, mira la máquina, toma un lápiz a manera de varita y la toca tres veces.
 _¡Abracadabra! ¡Escribí sola!
 _¡No! _le dice él _ No necesitás magia _ le señala el pecho _ Sólo dejá que el corazón te dicte. Nada más.
  Ella sigue mirando la máquina, angustiada. Ricardo, al advertirlo, le dice, como a un nene mimoso:
 _ Y ahora, basta. A descansar y no pensar más.
 Encienden el televisor. Carolina va hacia la heladera y pregunta:
_¿Qué querés para cenar?

    

 


2 comentarios:

  1. ¡Que bueno! ¡Ya me enganchaste! Ja jaja

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  2. Me alegro, Lidia! No es como la novela turca "Las mil y una noches" pero ... ya vamos a llegar. ¡Ja, ja!
    Hoy a agrego una poesía y sigo con la novela. Besos

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