¡Hola, otra vez! ¿Còmo están? Muchas gracias a todos los que leyeron mi poema de ayer y me alentaron a seguir con este proyecto. Como les prometí, aquí va el primer capítulo de "Carolina y las letras enamoradas" . Espero que se entretengan. No es de mucho valor literario. Si mis profesores se enteraran (o se enteran, porque quién sabe a dónde llega la cuestión) ... ¡Me matan! ¡Ja, ja!
Hasta pronto, si Dios quiere
Capítulo I
El otoño ya está llegando y sopla hojas
rojizas y doradas hacia todos lados: las vere- das,las paredes,las ventanas...
Así llega a apagarse en la ventana de un departamento del primer piso. Junto a
esa ventana hay un escritorio con libros apilados, y una máquina de escribir
que cesa su cantilena porque los dedos de Carolina se han detenido.
Ella bufa y gira en su silla, observando su
pequeño monoambiente: la biblioteca alta con las obras de sus favoritos,el
sofá-cama,el armario,la mesada,la mesa y las sillas.En las paredes,los cuadros
de paisajes tratan de hacerle olvidar que no está en su pueblo natal y que
habita la ciudad,no muy lejos del centro y que el único verde que puede
disfrutar es el de la plaza de enfrente. Mira de reojo la planta del rincón,
pero desvía la vista para no sentirse tan culpable de que se está muriendo.
¿Por qué no tendrá la habilidad de su madre para cuidar de esos seres vivos?
Prefiere mirar lo que sí puede cuidar: la gata que mastica lentamente junto a
su plato.
Detiene
unos minutos su vista sobre los portarretratos: de su pueblo y de otro país a
donde algún antepasado emigrado y sus descendientes siguen intercambiando con
ella
fotografías y cartas.
Lee
en voz alta lo que acaba de escribir: "Cristales rotos y dolor...
y mis manos
queriendo estrujarlos
a los dos...
Un murmullo
de desaprobación acompaña su ceño fruncido y su rictus de disgusto.
La gata deja de comer y abre los ojos
grandes, como preguntando: "¿Qué?".
Carolina deja la silla, va a acariciar a la
gata y le pregunta:
_ A vos no te gustan, ¿no? A mí tampoco.
Camina lentamente hacia la ventana suspirando
hondamente, corre un poco la cortina
y
hunde nuevamente la vista en el verdor de la plaza de enfrente Ve a un hombre
joven que va a tocar el timbre del edificio .Ella sonríe con los labios y con
los ojos. Suena el timbre del portero eléctrico. Ella descuelga el
auricular y abre.
Segundos después, se oye el timbre de la
puerta y Carolina abre, arrojándose a los brazos de ese joven alto, de cabello
castaño y mirada vivaz. No dicen palabra, pero entran de la mano y él se pone a
acariciar la gata que se está instalando en el sofá y, al reconocerlo, se
acuesta, patas hacia arriba, para jugar.
_ ¿Cómo estás, Kitty?--le dice al felino.
_ Yo estoy bien, Ricardo, gracias _ contesta
Carolina, fingiendo enojo.
_ ¡Ah! ¡Mi otra gatita se pone celosa! _ dice
el joven, y la toma de la cintura, de espal-
das: _ ¡Vos sabés que te quiero más!
_¿Seguro, Ricardo? _ :replica ella, haciendo
gestos raros, hasta que se da vuelta y lo besa suavemente.
Regresa al escritorio. Él toma una silla y se
sienta a su lado.
_¿Y . . .? ¿Qué tal?
_¡Mal! _ :contesta ella, malhumorada.
_¡Eh! ¿Es para tanto? ¿A ver?. . ._ dice
Ricardo, leyendo los versos.
_¿Y . . .?
Él medita un momento y la mira.
_¿Viste? ¡Un asco! _ Carolina saca
violentamente la hoja de la máquina y se dispone a tirarla, pero su novio la
detiene.
_¡Eh! ¡Esperá! Son tres versos nada más. No
seas tan dura con vos misma. Ahora no estás de humor. Mejor vemos un rato la
televisión, comemos algo, te relajás...
mañana
la
releés y se te va a ocurrir algo, cuando estés más descansada.
_Mañana no puedo. Tengo una pila de exámenes para
corregir.
_¡Pero mañana es domingo!
_¡Y si vos tenés guardia!.
_Podrías aprovechar para descansar.
_Precisamente: no corregí hoy para dedicarme
a esto... y nada.
_Nada, no.
_Releer versos viejos, tratar de inspirarme,
rezongar por todo el departamento,
mirar por la ventana y escribir dos...
_¡Tres!
_Bueno, tres versos, no es nada. Y además son
pésimos. Te vi la cara.
_ No era cara de "pésimos". Era
cara de..."no entiendo".
_¿Viste?
_Pero no es lo mismo. Además, vos sos la
profesora de Literatura, ¿te vas a dejar llevar por mi opinión, la de un
médico? Me gusta leer, pero... ¿qué voy a saber sobre crítica literaria?
_ Es que quisiera que le gustaran a la gente
común. Pero... leé
los suplementos literarios de, leé los autores actuales. Yo me presento en
concursos literarios y nunca gano. Cuando leo las obras de los ganadores... son
de un estilo tan diferente al mío...
lenguaje que no entiendo, pero para los jueces es
genial.
_Bueno... _
la abraza_ No te mortifiques así. Muchas de las poesías que mandaste me las dedicaste a mí, ¿o no?
_Sí.
_Y a mí, que
veo sangre con un bisturí en la mano sin pestañear, me derritieron.
_ Porque vos
me querés.
_Sí. No te
lo niego. Pero también porque llegan... se sienten... son sencillas, así que
llegan directamente. No hay que ir cien veces al diccionario cuando se las lee.
Ella lo
abraza fuertemente, mira la máquina, toma un lápiz a manera de varita y la toca
tres veces.
_¡Abracadabra! ¡Escribí sola!
_¡No! _le
dice él _ No necesitás magia _ le señala el pecho _ Sólo dejá que el corazón te
dicte. Nada más.
Ella sigue
mirando la máquina, angustiada. Ricardo, al advertirlo, le dice, como a un nene
mimoso:
_ Y ahora,
basta. A descansar y no pensar más.
Encienden el
televisor. Carolina va hacia la heladera y pregunta:
_¿Qué querés para cenar?
¡Que bueno! ¡Ya me enganchaste! Ja jaja
ResponderEliminarMe alegro, Lidia! No es como la novela turca "Las mil y una noches" pero ... ya vamos a llegar. ¡Ja, ja!
ResponderEliminarHoy a agrego una poesía y sigo con la novela. Besos