¡Hola, amigos del blog!
Otra vez nos encontramos
un domingo. Este fue rarísimo climáticamente: llovió desde la noche y a la
tarde salió el sol. Podría ser una metáfora (lástima que muy usada) de las
circunstancias difíciles de nuestra vida y la esperanza del resurgimiento.
Como no hubo ningún
comentario en las dos entregas anteriores, se me ocurrió cambiar de tema a ver
si se entretenían más. Así que ahí va una anécdota. Está en mi último libro,
“Historias de paz (¿Quién dijo que todo está perdido?)”. Quizás estén regresando
una reunión familiar (amenizada con rica comida y un buen vinito), o de
algún paseo (hoy en La Plata había varios eventos), o simplemente sigan
acurrucados en la modorra dominguera que favoreció la mañana de lluvia. Los
invito a bajar un poco la velocidad, acomodarse, y acompañarme en esta
reflexión. A riesgo de ser repetitiva, les sugiero que hagan comentarios. Creo que
este texto es ideal para hacerlo.
Los verdaderos
revolucionarios
Cuando supe que debía dirigir unas
palabras en el colegio donde me desempeño como profesora de Lengua, para el
aniversario del golpe de estado del setenta y seis, me preocupé bastante, (no
porque estas me falten , al contrario, son el instrumento de mi profesión y, a
veces, la tortura de mis amigos), sino porque mi opinión respecto de los hechos
que se recuerdan difiere bastante de la de la mayoría, y, en tiempos de tanta
confrontación, lo último que necesitaba nuestro querido país, eran más
divisiones.
Soy docente: mi vocación no es
adoctrinar, sino enseñar; soy cristiana, así que mis palabras debían sembrar la
paz, y no la discordia, y soy misionera, por lo tanto, no debía imponer MI
verdad, sino dar elementos para que cada uno la encontrara en su interior.
Por lo tanto, hice lo mismo que cuando selecciono una obra para leer en mi
materia : buscar algo que deje un MENSAJE. Y se me ocurrió el siguiente: sea
cual sea el caso: guerrilleros o militares, oficialistas y opositores,
católicos y no católicos, judíos y musulmanes, políticos y pueblo… y hasta
equipos de fútbol rivales. A lo largo de la historia, he aprendido una cosa.
Cualquiera sean las diferencias:
LA VIOLENCIA NUNCA ES LA RESPUESTA.
Un idealista convencido, no tiene que
apuntar con un arma para convencer. Si realmente tiene la razón, bastará su
palabra y, más aún, su ejemplo, para que quieran seguirlo.
Jesucristo dividió la historia en un
antes y un después, y no arrojó ni una piedra: al contrario, sabemos que los
que estaban a punto de castigar a una mujer, al oír sus palabras, las soltaron.
¿Vieron alguna foto de Mahatma Gandhi
empuñando un fusil? Y logró, nada menos, que la independencia de la India.
Santa Teresa de Jesús hizo reformas
radicales en la vida conventual, y no se conocen de ella ni siquiera palabras
de odio.


Nelson Mandela soportó años de cárcel, y fue elegido presidente. Hubiera podido usar la venganza (ahora tenía el poder y los medios) contra sus detractores, y no lo hizo.
San Francisco de Asís. . . ¿qué más revolucionario que difundir el desprendimiento de las posesiones materiales en un mundo donde todos eran por lo que tenían? Pero no fue casa por casa, espada en mano, a obligarles a los ricos a entregarles sus pertenencias a los pobres. Él se desnudó primero.
Y así encontraríamos miles de ejemplos,
y muchos que permanecerán siempre anónimos.
Repito.
LA VIOLENCIA NUNCA
ES LA SOLUCIÓN
Es cierto que hay países que forman
verdaderos imperios que oprimen a los que menos tienen, pero volar las Torres
Gemelas no me pareció una buena forma de hacérselos saber.
El mismo Papa Su Santidad Juan Pablo II,
pidió perdón por las Cruzadas.
Un hombre que quiso defender la idea de
que su raza era la única perfecta, mató a millones de judíos por ese “ideal”.
Un idealista no es un loco. Un
revolucionario no es un asesino. Más bien hay locos o asesinos, que esconden o justifican
su patología disfrazándola de ideal.
Un idealista no es capaz de matar por su
causa, sino de morir por ella.
¿Qué más pruebas necesitamos? ¿El siglo XXI y
todavía no lo entendimos?
LA VIOLENCIA OBLIGA, PERO NO CONVENCE.
Si no te gusta como son las cosas hoy,
si sos un idealista, si querés “revolucionar” el mundo, me parece fantástico.
Es más, me resultaría extraño que, siendo adolescente, fueras conformista.
¿Tenés un ideal? ¿La doctrina cristiana
la igualdad social, más educación, la inclusión de las personas con capacidades
diferentes…, el que sea? ¡Genial! Nuestra generación confía en la tuya.
Convencénos de que tu idea es válida. Pero no escribas las paredes en la calle,
ni los bancos de la escuela, ni las estatuas de las plazas, ni contestes
groseramente a tus profesores y a tus padres faltándoles el respeto, ni te
agarres a trompadas con el que piensa diferente. Hablános, comprometéte,
planificá qué querés de tu vida, trabajá, estudiá, conocé tu causa y aprendé a
amarla. Cuando hagas todo eso, puede ser que
convenzas a uno, a dos, a varios o a miles, no importa. Porque sólo
entonces, el mundo comenzará a cambiar.
Espero que les haya
gustado ¡Hasta la próxima semana!
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