viernes, 8 de mayo de 2015


¡Casi un mes sin compartir lo que más me gusta hacer en la vida! Pasaron muchas cosas: ordinarias, cotidianas ... bueno ... la vida. Pero aún en este remolino, en las bajadas y la subidas, no quiero dejar olvidada la vocación (aunque mi talento sea humilde) que me hace latir el corazoncito. Ahí va el nuevo capítulo, y espero no alejarme por tanto tiempo nuevamente.

Capítulo V


 Lujoso apartamento, aunque un poco recargado de moblaje. Suena a rabiar el timbre
de entrada.
Aparece una empleada  a abrir la puerta, apresurada, tomándose la cabeza.
_¡Señor Walter! Buenos días. ¿Cómo está?
_Casi "buenas tardes" _contesta él, mirando el reloj.
La mucama va a ofrecerle algo, pero antes de que ella se mueva, él se niega, tratando de no ser brusco, pero está visiblemente molesto.
_No se preocupe, Lidia. ¿El señor?
_Creo que está duchándose . . . La señora salió hace un momento.
_¿Duchándose? ¡Ja! Estoy seguro de que duerme _vuelve  a mirar el reloj _Claro, si para él aún no amanece . . .
_Le voy a avisar.
_No, no se moleste. No me prive de ese placer.
_Pero . . . señor . . . _ dice la mujer, apurando el paso detrás de él.
Walter atraviesa el pasillo que conduce a los dormitorios y contesta irónicamente:
-Quédese tranquila: Yo le alcanzaré las toallas . . . personalmente _y, en la puerta de la habitación agrega, entre dientes _y si encuentro una suficientemente larga, lo ahorcaré con ella. 
Al entrar al dormitorio, como Walter sospechaba, Néstor está plácidamente dormido.
_En la ducha . . . ¡de los sueños!
Furioso, Walter se dirige hacia la persiana y la levanta. El sol le da a Néstor en la cara y él empieza a moverse. Walter vuelve hacia la cama y, sin abandonar su sarcasmo, se acerca al rostro de Néstor, simulando voz femenina:
_¡Buenos días, queridito! ¿Ya te despertaste?
Néstor, que está aún entredormido, le contesta:
_Mmm . . . sí _ y como no ha abierto los ojos, casi esboza una sonrisa.
Walter, que ya no soporta más, lo toma del cuello y, obligándolo a levantar la cabeza, comienza a sacudirlo y grita.
_Me alegro, pues no querría estrangularte dormido.
Néstor abre inmensamente los ojos, y grita, tosiendo, entrecortado por la presión de las manos de su atacante.
_¡Walter! ¿Qué haces aquí? ¿Estás loco?
_Sí. Loco. Y soy un loco asesino.
_¡Basta, basta! ¡Me lastimas de veras!
Walter lo suelta violentamente arrojando la cabeza de Néstor contra la cabecera del lecho.
_No te creas que no lo he pensado. Mi vida transcurre en paz: no tengo esposa, ni ex esposas a quienes rendirles cuentas; no tengo hijos para arreglarles sus líos, no tengo suegra, no me preocupo por la renta pues tengo casa propia, no tengo problemas de dinero . . . Pero . . . ¡ahí estás tú, que vales por todos esos problemas juntos! Eres la única cosa en mi vida que me saca de quicio. ¿Es que la única meta de tu existencia es hacer imposible la de lo demás?
Néstor, ya recuperado, le responde, cínicamente:
_¿Qué? ¿No soy encantador' ¿Acaso no tengo una esposa que me adora y un cuñado que pide mis servicios?

_¡Ah! ¡Sí! ¡Tu enamoradísima esposa . . . que finge no saber que la engañas, y se consuela saliendo de compras y bebiendo de más.Y tu cuñado, que te empleó para que su hermana dejara de llorar y no fuera tan evidente que te mantenía . . .
Walter echa una mirada a la habitación mientras Néstor balbucea:
_Pero si  yo . . .
_No quieras engañarme como a ella, que lo sabe todo el mundo. Hasta Miguel, pero no abre la boca para no lastimar a su hermana. Pero no te aproveches, que un día hará caso a lo que yo le digo y se terminará tu suerte.
_No, si es lo que yo pensaba: vienes a darme el sermón de siempre.
_¡No! ¡Estás equivocado! Esta vez no es el sermón de siempre. Esta vez vengo a buscarte para llevarte arrastrando si es necesario.
_¿Ah, sí? _ Contesta Néstor, irónicamente. Pero su gesto cambia repentinamente cuando Walter comienza a arrastrarlo, con colchón y todo, desde el extremo de la cama.
_¡Sí, sí, sí! ¡Te creo! _  Grita, arrepentido. Walter deja de jalar.
_Está bien. T e doy diez minutos para una ducha y te espero en la sala con un café bien cargado.
Walter cierra la puerta del dormitorio y llama a Lidia, mientras Néstor, de mal humor, se levanta parsimoniosamente.

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