domingo, 6 de noviembre de 2016


Domingo de sol y muuucho calor. Me imagino las plazas llenas de gente tomando mate y chicos jugando. 

Les mando un paisaje para que se imaginen sentados en una de las piedras o en el pasto, con los pies en el agua fresca.

Mientras yo también imagino que estoy escribiendo en esta casa que parece fresca, aunque el paisaje no corresponde a esta estación. Da una sensación otoñal, más que de primavera, pero me daría mucho placer estar allí.









Antes de empezar con lo que tenía preparado para hoy, quiero comentarles algo: me sorprendió no encontrar comentarios la semana pasada, a pesar de observar veintiocho visitas. Mi primera impresión fue que no les había interesado, hasta que un amigo que lo leyó me dijo que no estaba de acuerdo con casi ninguna de mis ideas.Que era una visión machista y que las cosas no eran en estos tiempos tan así.
Por lo tanto, saqué otra conclusión: no coincidían y, por no discutir, prefirieron no comentar nada. Por eso les aclaro dos puntos: el tono era humorístico, exagerado y casi caricaturizado pero parece que no supe hacerlo entender así y pensaron que reflejan MI OPINIÓN sobre esos temas. ¡En absoluto! 
El otro punto, ya aclarado en la publicación anterior, es que una de las intenciones era debatir con comentarios, que no tenían necesidad de coincidir conmigo ni ser serios: podían hacer chistes o subir imágenes, dar ejemplos de situaciones cotidianas cómicas ....
Comenten si hay algo en lo que no están de acuerdo y aporten lo que quieran. No lo tomaré a mal,al contrario, me enriquecerá. 
Y ahora, a lo nuestro. 

Actitudes compulsivas que tenemos . . . .

Las mujeres

Compramos todas las ofertas, con la excusa de que ahorramos.
Preguntamos hasta lo más íntimo, porque queremos tener elementos para poder ayudar a la amiga que tiene un problema.
Repetimos diez mil veces: “Los hombres son todos iguales”, para confortar a una amiga
 traicionada. y a nosotras también.
Rompemos con un embustero y nos proponemos: “Con m mentiroso, ¡nunca más!”. El próximo nos dice que somos la mujer  más hermosa que ha visto y pensamos: “¡Este hombre sí que tiene buen gusto!”.
Pedimos orientación para llegar a un lugar antes de ir, y cada dos cuadras de camino, porque al último al que le preguntamos no le entendimos nada pero no le pedimos que nos lo explicara de nuevo por temor a que pensara que éramos taradas.
Cuidamos que siempre estén impecables nuestros hijos, esposos, padres mayores y hermanos menores, porque si los ven desarreglados, van a pensar “¿Qué clase de madre,/esposa,/hija o/hermana tiene esta pobre piltrafa que no se ocupa de él?”
No les permitimos que se arruguen, sienten, paren, arrodillen, jueguen, coman ni estornuden una vez que los hemos convertido en nuestra obra maestra . . .  por la misma razón.
Si nos cruzamos con una compañera de trabajo y nos saluda con mala cara, nos preguntamos “¿Qué le hice? ¿Metí la pata? ¿Conté algo de ella? ¿Le contaron algo de mí? ¿Le contaron que conté algo de ella? ¿Le contaron algo de mí que no sabía y cree que tendría que habérselo contado a ella primero? ¿El jefe le llamó la atención y cree que fui yo la que la mandé al frente? ¿Cree que le usé la taza, o la toalla, o la abrochadora, o la lapicera, o que estoy haciendo contrabando hormiga llevándome ganchitos de su escritorio? “. Y le preguntamos a otra compañera, al ordenanza, al chico de los mensajes, al portero y a la señora del buffet si sabe algo.
Cuando tenemos pareja, le dedicamos  todo nuestro tiempo y “desaparecemos” para nuestras amigas. Si la pareja naufraga, recurrimos a ellas, las incondicionales, les contamos todas las injusticias que nos hizo sufrir ese mal agradecido y les prometemos que nunca, nunca, nunca más, vamos a permitir que un estúpido macho nos aleje de ellas.


Los hombres

Hacen zapping continuamente, pero dicen que es para tener más opciones.
Cuando una mujer los desaira, exclaman “¡Las mujeres son todas iguales!”, y se ponen
a la caza de una igualita a la anterior.
     Dejan a una mujer que les sugiere cómo conducirse en algunos aspectos porque “es una
manipuladora” y siguen viviendo con la mamá, que les dice a cada momento exactamente lo
que tienen que hacer. . .  pero ella lo hace por su bien.
No preguntan direcciones aunque estén perdidos, porque piensan que un hombre que no nació con un GPS incorporado, es una vergüenza para su género.
Arrugan, estrujan, ensucian la ropa que les hicimos poner por alguna de estas tres razones, o por todas ellas.
a)      No entienden por qué le damos tanta importancia.
b)      No les importa en absoluto cómo quede la ropa después de que hacen lo que quieren.
c)      Jamás en su vida lavaron ni plancharon, así que no tienen la más pálida idea del trabajo que significa.
d)     Creen que si algún amigo, hermano o cualquiera de su género se da cuenta de que cuida la ropa va a pensar que es maricón o polllerudo porque tiene miedo a lo que le diga la mujer cuando llegue.
 Si se cruzan con una compañera de trabajo y los saluda con mala cara, piensan: “Está en “esos días” y siguen de largo, sin pensar más en la cuestión.
   Si les ocurre lo descrito anteriormente, pero con un varón, piensan:
a)      “¡Pobre! También . . . ¡con lo mal que le va a  . . . “(complétese con el equipo de fútbol del cual el alícaído trabajador es fanático.)
b)      “Y bueno . . . . ¡con la esposa / novia/ suegra/ cuñada que tiene!” Estos parentescos  son válidos como excusa tanto en forma  selectiva, como todas a la vez. Obsérvese que ninguno es masculino.
c)      “A este lo encaro aparte y si se pasa de la raya, le pongo los cinco dedos en la cara: ¡Qué se cree!”

El material que pensaba publicar era más extenso, pero subí sólo una parte para no cansarlos. Lo bueno, si breve ...



   De todas formas, no todo va a ser sobre el mismo tema: mecharemos con poesías, algún relato, una reflexión. Bueno, espero haberlos dejado más satisfechos que la semana pasada y ¡comenten! ¡escribamos entre todos!
Terminen muy bien el domingo, quizás con una tarea relajante como regar las plantas o, simplemente, gozando del atardecer.¡Hasta pronto, si Dios quiere.




martes, 1 de noviembre de 2016

¡Volviiiiiimooooossss!

                                                            

          ¡Hola amigos!

Con idas y venidas, con algunos que no podían entrar en el blog a pesar de sus esfuerzos (que agradezco muchísimo), pero luego lo lograron cuando rectifiqué mi error ¡dos veces, que despistada!. Disculpen los inconvenientes, pero yo podía entrar, tanto por la computadora como por el celular. Cuando los primeros manifestaron su dificultad, mi esposo lo corroboró con su computadora y también podía, así que pensé que el problema no era de la dirección. Hasta que una amiga (¡gracias, gracias, gracias!) que no nombro porque no sé si le va a gustar, me hizo notar mis dos equivocaciones.

Y nos tocó empezar noviembre con un día de lluvia..



Algunos tendrán desde su ventana una vista como esta.










O, si tienen jardín, un panorama como este ...














También es un día muy especial. 

Algunos de ustedes no serán creyentes, pero,los que lo son, podrán dedicarle hoy una oración al santo de su devoción. Para mí, Santa Teresita, mi patrona, y para el "poberello" de Asís, San Francisco.


Bueno, ahora, a lo nuestro, que ya estarán cansados de tantas vueltas.
Al despedirme cuando finalizó "Carolina y las letras enamoradas" les comenté que este sería un texto difícil de encuadrar: ni novela, ni cuento, ni obra de teatro ... casi un ensayo, pero ...no. Cada uno clasifíquelo (o no), según su juicio. Seguramente el título les recuerde al muy ingenioso y vendido libro "Los hombres son de Marte y las mujeres, de Venus". No, no lo pageé, aunque el tema es parecido: sobre hombres y mujeres.¡Siempre va a haber "tela para cortar", como dirían los mayores sobre nuestras similitudes y diferencias, encuentros y desencuentros! Estará basado en la observación y la escucha de experiencias, mías y ajenas, así que, como no soy dueña de la verdad absoluta me gustaría mucho recibir comentarios, anécdotas, y opiniones: de ustedes.Como si lo hiciéramos entre todos.
También, según la vida cotidiana,les llegará alguna poesía, un chiste, una metáfora...
Entonces,les propongo, inspirándome en las condiciones climáticas, que, si no son tan aventurados como para hacer esto:

Y no tienen la obligación de lanzarse a 





busquen un lugar más o menos así (o se lo imaginen)




Y empiecen a pispear si lo que preparé les gusta. 


"Los hombres son de la Tierra y las mujeres, a veces... también"

¿Qué quieren los hombres?

Han cambiado las cosas


Ahora los hombres buscan relaciones estables con mujeres promiscuas, y aventuras pasajeras con mujeres serias.
Les gustan las “corridas” porque saben todos los trucos sexuales, pero cuando descubren que andan con otros hombres, las dejan.
Les atraen las serias porque saben que van a serles fieles, pero se aburren y las dejan plantadas porque en la cama no son como las profesionales del rubro.
Los atraen las inteligentes porque tienen de qué hablar, pero las dejan cuando los superan.
Les resultan irresistibles las huecas porque cualquier cosa que ellos dicen les parece interesante, pero les aburren cuando se dan cuenta de que no pueden tener una conversación medianamente elevada.
Empiezan a salir con una independiente porque no les están todo el día encima, pero dejan de gustarles porque no responden a todo: “Sí, cariño”.
Les gustan las dependientes (si lo son económicamente, mejor), pero las dejan porque los “ahoga” que los llamen por teléfono les manden mensajes o se aparezcan en el trabajo muy seguido.
Les gustan las hogareñas, porque les tienen lista la comida a horario, la casa limpia, la ropa al día y los chicos impecables, pero les fastidia que a la noche no estén siempre listas con la lencería sexy.
Les gustan las trabajadoras, porque suelen pagar la mitad de la cuenta, pero se sienten disminuidos si ganan más que ellos.
En definitiva: ¿cómo tenemos que ser las mujeres para que dejen de dejarnos?


                                             ¿Qué es la soledad?


 Para la mujer: no tener en quién volcar todo el amor que tiene dentro, y a quien cuidar y contener.

Para el hombre: no tener quién le lave la ropa, le cocine, le planche, atienda a sus amigos cuando lo visitan y ordene el desastre que dejan cuando se van, y tener que pagar por sexo.


  Solteros después de los 40

Para la sociedad, una persona llega a cierta edad soltera porque .

 Si es mujer


v  Es histérica.
v  Es lesbiana.
v  Es una adicta al trabajo, capaz de dejar todo por un ascenso.
v  Es fea.
v  Es egoísta
v  Es enfermizamente apegada a sus padres.
v  Debe de tener un carácter podrido.
v  Es frígida.

Si es hombre

v  Es un tipo que sabe disfrutar de la vida.
v  Ama la libertad.
v  Es abnegado en su profesión.
v  Tuvo un gran amor que lo hirió y  es tan sensible que nunca pudo superarlo.
v  Es un hijo devoto con una mamá enferma que depende de él.
v  No ha encontrado una mujer que lo valore realmente.


Si una mujer sale con varios hombres

v  Es una cualquiera.
v  Está intentando llenar un vacío existencial.
v  No es capaz de mantener una relación seria.
v  Tiene un pasado escabroso.
v  Nadie la soporta por mucho tiempo.
v  Es lesbiana pero no puede enfrentarlo.
v  Tiene un trauma desde chica.
v  Es una inescrupulosa.
v  Usa a los hombres como objeto.
v  No se valora a sí misma.
v  Quiere demostrarle a las demás mujeres que ella es superior.
v  Quiere demostrarse a sí misma que puede conseguir a cualquier hombre en la faz de la Tierra.
v   Se cree que es más linda, más inteligente, más sexy, más glamorosa y está mejor conservada* que las demás.

*Esto me recuerda a una frase de mi papá, cuando se decía que alguien estaba “bien conservado”: -Yo no soy una sardina para estar conservado.


Si un hombre sale con varias mujeres

v  Es alguien que tiene muy claro lo que quiere en la vida: piensa desarrollar al máximo sus capacidades intelectuales y ascender en su carrera, viajar para conocer el mundo y cuidar a su mamá anciana y enferma (que no sabe qué haría sin él porque los demás hermanos no se hacen cargo y él no es de esos insensibles que “tiran por ahí” a la mujer que le dio la vida y  que de no ser por los sacrificios y el ejemplo de tan abnegada señora no sería lo que es hoy _ aunque nadie sabe realmente qué es hoy, además de un cómodo al que le gusta que le laven la ropa, le limpien la casa y le hagan la comida que a él le gusta como sólo esa “santa madrecita” sabe hacerla _) hasta conseguir una posición estable y una considerable madurez, que le permitan ofrecer lo mejor a la mujer de su vida, con quien formará un hermoso hogar y a ella le dedicará su amor y fidelidad. Pero como para hallarla, tiene que buscarla, prueba con unas cuantas a la vez para tener más posibilidades de encontrarla.
v  Quiere aparentar que es libre, pero en el fondo esconde una terrible tristeza y soledad.




Si hay problemas en la pareja y  ELLA es infiel



v  Es una mala esposa.
v  Es una mala madre.
v  Es una cualquiera.
v  Es una hipócrita.
v  Y, si además, no lo contó a las más íntimas, es una mala amiga.


Si hay problemas en la pareja y  ÉL es infiel

v  Es un pobre hombre buscando contención.
v  Es un incomprendido.
v  Está desorientado.
v  Si se lo contó con lujo de detalles a los amigos . . .¡es un ídolo!



Si una mujer sale con un hombre casado.

              
v  Es una estúpida que cree todas las mentiras que él le dice.
v  Es una tonta que piensa que espera que él deje a su esposa.
v  Es una rompehogares que quiere dejar a una esposa sin marido y a los hijos sin padre.
v  Es una engatusadora que, una vez que el pobre hombre abandone a su familia, se irá con otro.
v  Es una ociosa que quiere que la mantengan.
v  Es una traidora capaz de “sacarle” el marido hasta a su mejor amiga (a pesar de que el hombre jamás pensó engañar a su esposa, ella insistió tanto que él tuvo que acceder porque si no iban a pensar que era homosexual y, como bien dice el manual de la esposa virtuosa por el cual se regían las mujeres, desde nuestras abuelas hacia atrás: “El hombre es hombr,  tiene sus necesidades,  y está en su naturaleza ¡qué tanto!”)



Si un hombre sale con una mujer casada

v  Es un hombre de buen corazón que se compadece de una mujer a quien el marido no le presta atención.
v  Es una persona paciente que escucha todos sus problemas.
v  Es un hombre de recta moral que estuvo luchando contra esa atracción prohibida, sufriendo terriblemente a causa de la antinomia entre lo que clamaba su corazón y lo que le decía su conciencia hasta que (a instancias de ella, claro, portadora de la tentación) su corazón ganó y  . . . cedió.
v  Aquí también se aplica el ya citado principio del manual de la abuela:” El hombre es hombre y tiene sus necesidades.”

Bueeeenoooo..... Espero que les haya gustado, aunque seguramente dará lugar a la controversia.Si quieren, coméntenlo, cambien opiniones y, publiquen sus comentarios será muy enriquecedor.
Dios mediante, nos encontraremos la próxima semana, por ahora sin día fijo.Tocaremos dos temas: actitudes compulsivas y (uno que se las trae, sobre todo en las féminas) LA CULPA.
Un abrazo grande
¡Ah! Y si cuando regresan a casa esta noche, o miran por la ventana después de cenar, a pesar de todo lo leído, no pierdan la esperanza de encontrarse con una imagen como esta:


jueves, 27 de octubre de 2016

¡Volvimos!

                              

¡Hola, amigos del blog!



   Lo prometido es deuda: les dije que volvería y aquí estoy.¿Todavía leyendo la novela o ya la terminaron? ¿Les gustó? Espero sus comentarios. Tienen tiempo hasta el 1 de noviembre, porque ese día, Dios mediante, empezaremos a compartir otro texto:

"Los hombres son de la Tierra, y las mujeres, a veces ... también"


  • No es una novela.
  • No es una obra de teatro.
  • No es un cuento.
  • Mmmmmm.... podría decirse que es un ensayo, pero no muy formal.
  • Es ideal para comentar y debatir. 
Seguramente les recuerda "Los hombres son de Marte y las mujeres, de Venus",pero no se preocupen, no voy a plagiar ¡ja,ja! Imposible superarlo, pero el tema anda por ahí.
¡Los espero! Entramos en la cuenta regresiva. 
(También pueden ver la presentación en mi facebook, a partir de mañana.)

sábado, 15 de octubre de 2016

Capítulos LXIX y ... ¡ LXX !


Aclaración: Este capítulo fue subido días después de ser redactado debido a que no disponía de Internet, por lo tanto, las alusiones a fechas o condiciones climáticas pueden haber variado.

Día soledo en Mar del Plata, desde donde les estoy enviando este capítulo. Escribo frente a la ventana, que me da una hermosa visión del rosal. 




Más allá, también alcanzo a ver la ruta 2.  Poco movimiento: el fin de semana largo ya pasó, así que los turistas ya vinieron y se fueron. Sólo algún rezagado que se tomó un día más está pasando ahora. Yo, para llevar la contra, vine ayer. ¡Ja, ja! No, en realidad, para venir conduciendo más tranquila.

Antes de revisar este capítulo, como hago con todos, fui a la última página, y, para mi sorpresa …¡era el penúltimo!
 Así que, en el próximo cerraremos la historia. Hubiera querido irlos preparando un tiempo antes, pero va así, sin anestesia.


Capítulo LXIX

El sol está en su esplendor a las tres de la tarde y dibuja destellos sobre la piscina. El taxi espera mientras Carolina cierra la puerta y desciende las escaleras exteriores con su equipaje. Mientras el chofer la ayuda a acomodar las maletas en el baúl, da una rápida mirada hacia las reposeras y le perece oír las risas de sus reuniones nocturnas.
_ Al aeropuerto.
El taxista fija su meta y el automóvil comienza a desplazarse. Ella echa el último vistazo al ventanal del que fue durante un tiempo su comedor.
Como recordando un film, algunas imágenes recientes se suceden en su memoria, con las últimas bromas de Juan, que ha prometido visitarla. También se ha propuesto no llorar, pero en el abrazo lo hace. Ambos lo hacen.
Carolina abre la ventanilla con la esperanza de atrapar una bocanada de un aire que no existe y se conforma con aspirar el aroma de la ciudad. Solamente a ella, porque es extranjera y parte, puede ocurrírsele esa osadía en una ciudad tan contaminada.
Minutos más tarde, otro taxi arriba. De él desciende un hombre joven con un pequeño bolso y un colorido oso de peluche que no parece avergonzarlo; al contrario: una enorme sonrisa le aviva los gestos. Paga, sube las escaleras y está a punto de tocar a la puerta pero se detiene. Curiosamente, toma el oso con ambas manos, lo mira a los ojos y después de un profundo suspiro le habla:
_ Si vos no volvés, yo . . . nosotros, nos quedamos.
No muy conforme, coloca el animal de juguete bajo un brazo, resopla, se revuelve el cabello y, esta vez sí, golpea.
Ante el silencio, repite la operación pero nada sucede y la impaciencia lo domina, así que él, bolso y muñeco se dirigen al apartamento de junto. Allí sí se abre la puerta:
_ ¡Ricardo! Pero . . . ¿cómo? ¿No sabés nada?
_ ¡Hola, Juan! _ le da un abrazo que lo deja desorientado_ ¿no sé nada de qué?
_ De Carolina, hombre de Dios.
_ A eso vine. Ya está todo decidido _ empieza a comentar con un entusiasmo tal que Juan no puede contenerlo_ Si tengo que competir con ese galancito, no tengo problema: ella y yo vamos a estar juntos donde sea: acá o allá.
_ Bueno . . . a mí me parece va a ser allá.
_ ¿Cómo?_ pregunta Ricardo, asombrado.
_ No. Entonces no sabés nada.
_ ¡Y dale con que no sé nada! _ se enoja el muchacho.
_ Está bien. Vení que te llevo y te voy explicando en el camino.
Ricardo conserva la expresión de enojo y extrañeza mientras Juan se mira rápidamente en el espejo del corredor su cabello trastornado, trata de remediarlo con dos dedos, toma las llaves de su auto y cierra la puerta.
_ Pero . . .
_ Hacéme caso. Vamos.
Ya han subido al automóvil cuando la puerta del acompañante se abre y sale Ricardo, para recoger rápidamente el muñeco que se ha caído en el camino con tanto apresuramiento.
Ya son las tres y media cuando Miguel mira el reloj. Se ha recostado en una amplia reposera junto a la piscina pero el sol le molesta y no puede conciliar el sueño. Se levanta y, mientras se seca el sudor, piensa en el aire acondicionado de su apartamento. ¿Otro chapuzón o una siesta reparadora en su habitación? Pero una visión se le figura en el agua. ¿Un espejismo, quizás, por el calor? Empieza a tomar forma: no es un rostro completo, sólo una mirada. Son los ojos de Carolina. Su expresión de asombro e ingenuidad, esa que pone cada vez que hay mucha gente o tiene que desplazarse entre desconocidos. La misma que le transforma el rostro cuando una nota musical ilumina una sílaba.
Miguel arroja la toalla sobre la reposera y toma su celular.
_ Sí. El carro, por favor. En diez minutos me cambio y bajo.


¿Qué tal si cerramos este capítulo con imágenes también?
La tarde sigue espléndida.

 
                                                                                                       
         En una confitería frente al mar,                                        
         un pajarito descansa (¿ meditando?)
                                                                   

                                                           
                                                                                                       


                 

       y otros desfachatados
       se atreven a comer miguitas
      que han quedado en las mesas

.












                                 

Llegamos al desenlace

Empezamos este capítulo con otra imagen de Mar del Plata. Imposible distraerse de la belleza de estas flores.






Capítulo LXX


El aeropuerto de México está lleno de gente. Carolina, en la barra del bar, toma con ansias una limonada y apoya el pañuelo en su frente. Mira el pañuelo: tiene una mancha rosa, del mismo tono que su sombra de ojos. En vista de esto decide sacar de su bolso de mano el espejo. Desde luego que esta no es una operación sencilla para una dama, especialmente cuando han restringido el espacio del que puede disponer para llevar sus cosas durante varias horas a un solo bulto. Así aparecen toallas húmedas, billetera, anotador, agenda, bolígrafo, notas sueltas, pinza para el cabello, un saquito de té y, finalmente, el portacosméticos, que es un mundo aparte, donde se encuentra el espejo. Lo que ve reflejado no le agrada, así que guarda todo lo que ha expuesto, apura el resto de limonada y se dirige al tocador. A juzgar por su decisión, más que un toque rápido, lo que su apariencia necesita es un arreglo general.
Frente al espejo del baño de damas, agudiza su ingenio para hacer lo que puede: Peina el cabello y lo levanta con una hebilla, seca su rostro con una toalla de papel, vuelve a colocar sombra donde ha desaparecido y quita el delineador que se ha corrido. El estado de las pestañas es tan dudoso, que prefiere no agregar más rímel: sólo las separa delicadamente. ¿Labial otra vez? Quizás, aunque poco le durará con esa manía de morderse los labios.
Llamada para la sala de espera. ¿Telefonear a la familia antes de partir? No. Mejor como lo ha planeado hasta el momento: que sea una sorpresa. Sólo Marta irá a esperarla.
Dos hombres jóvenes entran apresuradamente.
_ ¿De veras que no sabés el número de vuelo?
_ Ya te dije que no, hombre. ¿Para qué iba a preguntarle si insistió en que no la acompañara?
_ ¿Y la hora? ¿La hora?
_ La misma que te dije veinte veces mientras veníamos para acá.
_ ¿Pero qué hora es ahora? ¿Qué hora es? _ pregunta Ricardo, como interrogando al universo entero_ ¡Ah! _exclama cuando recuerda que tiene reloj en la muñeca izquierda.
_ ¡ No te asustes! _ le previene Juan cuando ve su cara de desesperación_ Vos tenés todavía la hora de Argentina. _ mira el suyo _ falta media hora para que salga el avión.
Ricardo toma fuertemente el oso del brazo para llevarlo flameando en loca carrera hacia no sabe dónde.
Frente a la vidriera de uno de los comercios, Juan se detiene por un segundo y mira con detenimiento. Su compañero, al notar que lo ha dejado atrás, se vuelve.
_ ¿Qué pasa?
Juan mira el juguete que el muchacho lleva colgando y señala la vidriera donde hay uno exactamente igual:
_ ¿Es que . . . ?
_ Sí, sí. Lo compre acá. En el aeropuerto. ¡No pensarás que iba a viajar con este bicho encima! _ se detiene a pensar un segundo _ Pero . . . pero . . . ¿Qué importancia puede tener eso ahora? ¡Vamos!
Y allá van los dos de nuevo en su búsqueda alocada.

    El avión no está aún en la pista.
   Miran en derredor tratando de abarcar panorámicamente la muchedumbre. Pintan en su mente la figura de Carolina para particularizar su búsqueda, pero no obtienen resultados.
Como policías al acecho de un fugitivo, se reparten la tarea.
_ Vos por la derecha y yo por la izquierda _ ordena Juan.
Rápidamente pasa Ricardo por halls y pasillos, sorteando bultos, esquivando pasajeros y saltando maletas.
Echa una mirada a una puerta sin ver que el dibujo es del toillette de damas. Dos segundos después, sale de allí Carolina, ordenándose aún el cabello, como si no estuviera muy satisfecha del último toque. Mira el reloj, ajusta su bolso al hombro y apresura su paso a la sala de espera. Tal es la concentración que la guía hacia su destino que no advierte el desprendimiento de su pasaporte que cae al suelo. Varios pies van arrastrando el documento por el hall, hasta que una mujer repara en él, lo levanta y lo abre. Mientras lee, un caballero roza su brazo y trastorna el equilibrio de su bolso de mano, así que le pide disculpas antes de continuar su raudo e irreflexivo recorrido. Es Miguel, que, agitado por la urgencia de su corazón, se ha lanzado en pos del objeto de su felicidad.
Mientras tanto, Carolina ha llegado al check-in. Coloca sobre el mostrador el pasaje y escarba en busca del pasaporte, pero no lo halla. Se aparta para que el siguiente pasajero no pierda tiempo y busca con más detenimiento. Como su tarea es infructuosa, comienza a desandar sus pasos hacia el baño con la esperanza de un indicio.
La mujer con el pasaporte extraviado, ha llegado al check-in y conversa con el empleado, que se dirige al altavoz y llama a la dueña:
_ Sra. Carolina Duprat, por favor, . . .
Desde distintos puntos del hall, Juan, Ricardo, Miguel y Carolina oyen. Los tres apresuran el paso.
 Un niño que va caminando con cara de desconcierto, se abraza a las piernas de Carolina e interrumpe sus pensamientos y su andar, y le arranca una sonrisa con su vocecita:
_ ¡Mamy, mamy!
Ella se agacha y lo toma por los bracitos:
_ No, lindo, yo no soy tu mamy, pero vamos a buscarla, ¿sí? _ le dice con el tono más tranquilizador posible.
Alza la vista y ve una mujer que se acerca con paso apresurado y gesto de preocupación:
_ Thanks God! _ exclama la madre con un suspiro.
Carolina y ella ríen, comprendiendo, aun sin palabras, la confusión. Mientras las dos acarician al niño (una con mezcla de alivio y reprensión, la otra con simpatía de prestada maternidad), pasa Juan a sus espaldas, sin advertirlas.
Juan y Miguel llegan al mostrador y se tropiezan al querer interrogar al empleado:
_ ¿Qué haces aquí? _ se preguntan a la vez.
_ Busco a  . . ._ dice Miguel.
_ Carolina . . ._ termina Juan.
A metros de allí, Ricardo se detiene porque ha distinguido a regular distancia, los rizos indomables de Carolina. Mira por entre los hombros de la gente, hasta que alcanza a divisarla en toda su figura, que se le hace como una película en cámara lenta. Visiblemente desorientada, pregunta a una señora a dónde debe dirigirse. Molesta consigo misma por su distracción, aprieta los labios, se ajusta por décima vez el bolso y se dispone a retomar su marcha, dando una profunda inspiración, como si fuera una caminata de varios días en el desierto.
Como si fuera necesario, este panorama le justifica a Ricardo cada uno de los kilómetros de viaje, cada dolor de ausencia, cada prueba dedistancia. Esa es “su” Carolina, aquella con la que ya había soñado una vida entera, aquella de la cual no podía prescindir al figurarse el más mínimo paso de su futuro.
Cuando se dispone a continuar, ella también lo ve. La sorpresa la deja estática al principio, y cuando puede dominar nuevamente su motricidad, se dirige con lentitud hacia él. Sonríe al principio; luego empieza a hacer los graciosos “pucheros” que Ricardo conoce y ama.
Cuando llegan frente a frente, unas lágrimas están rodando ya por las mejillas de ella, y cientos de caricias se han preparado para salir de las manos de él.
Esperando que la respuesta la sorprenda, la chica se aventura:
_ ¿Por qué viniste?
Estallan en Ricardo todas las alegrías que imagina a su lado, todas las angustias de las noches que sucedieron a su disgusto, todos los celos que lo atormentaron al imaginarla con Miguel, los silencios del teléfono, la soledad de su andar por la ciudad sin ella y el tormento de su despecho. No quiere . . . no puede expresarlo en palabras, y la atrae hacia él con dulzura, pero con firmeza, para darle a entender que ya no la dejará apartarse nunca más.
Ella afirma sus brazos sobre los hombros de él, y, con la voz entrecortada, vuelve a preguntar:
_ ¿Por qué viniste?
Ricardo ahoga la pregunta con un beso prolongado.
Juan y Miguel vienen caminando. El cantante ve la escena de la pareja y detiene a Juan tomándolo del brazo. Recibe a conciencia una herida que no le deja planear ninguna estrategia. Mira atentamente buscando alguna señal de rechazo en ella, pero, aunque trata de ser optimista, es suficientemente hombre como para saberse derrotado. Derrotado, no por otro hombre, sino por un sentimiento que conoce hace muy poco tiempo, y que sabe poderoso, más poderoso que todas las seguridades que él puede ofrecer.
Cuando Ricardo separa sus labios de Carolina, ella, con dulce terquedad, intenta por tercera vez . . .
_ ¿Por qué . . .?
No puede terminar, y él, como sabe la causa de su duda y sus certezas, le responde_
_ Dame tiempo. Me va a tomar toda la vida responderte.


                                 Fin


Así llegamos al final. En realidad, de una pequeña parte de la vida de Carolina. Porque para ella y para Ricardo,se encadena un principio. ¿Lo veían venir así? ¿Se habían imaginado otro?
Espero que, a pesar de que muchas veces los dejé en suspenso, lo hayan disfrutado.
Para mí fue una nueva y hermosa experiencia. Recuerdo abrir la computadora
(a veces en el escritorio, a veces en el sofá del living, otras en la cama) y esperar la conexión mientras mis ojos buscaban la ventana (vicio incurable para mí) para que el cielo azul o gris, matutino, o vespertino inundara mi corazón antes de conversar con ustedes. Sí, porque nunca sentí que solamente tipeaba en una máquina. Yo “hablaba” con ustedes. Por eso contaba algún acontecimiento de mi vida, les describía mi jardín, sugería un lugar para leer, hacía una referencia meteorológica o les invitaba a prepararse cafecito o algo de comer.
No estaba sola. Me los imaginaba del otro lado, en su rinconcito preferido, soñando la historia que yo había soñado hacía unos años y les iba entregando.
No estoy triste, porque, si les gusta la propuesta, seguiremos en contacto.
El mes que viene, Dios mediante, comenzaré a subir otro material. No es una novela, ni un cuento, ni una obra de teatro. Les doy una puntita del ovillo: tiene que ver con las diferencias entre hombres y mujeres. Pero no las científicas, ni las psicológicas. Me gustan las cotidianas, a veces cómicas, a veces no tanto, que pueden habernos sucedido a cualquiera. No digo más por no romper el misterio. Ojalá me sigan. Me encantaría.
¡Gracias,  y ...


¡Hasta pronto!

                                        
                                                                                   Teresita